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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» Se leía el odio en sus caras, cada año crecía su cólera hacia mí, mientras yome acostumbré a ver sus caras y me entregué a mi trabajo, parecíaincentivarme a disfrutar cada día más de mi trabajo el sufrimiento inútil desus caras llenas de rencor.La segunda anécdota que les quería contar ocurrió seis años más tarde,pocos meses antes de marchar de la empresa, se trata de una anécdotacotidiana, tal es así que es probable que el lector se haya encontrado el unasituación similar alguna vez.Quiero iniciar la anécdota con una reflexión oriental que dice lo siguiente:«Antes de intentar cambiar el mundo, date una vuelta por tu casa»Me encontraba tomando un respiro a media mañana tomando un café y lajefa que tenía en aquella última etapa en la empresa se acercó a mí y mepidió permiso para sentarse conmigo a lo que acepté como es normal.Me extrañó que no llevara ningún café o algo de comer en las manos,entonces imaginé que no quería sentarse para acompañarme a desayunarsino para hablarme de algún tema de trabajo, algo que me disgustabamucho cuando estaba descansando.Deberían redactar un manual del buen empleado que prohíba hablar detrabajo en el desayuno, la comida y los fines de semana, pero en aquellaépoca no existía ese manual, o al menos mi jefa no lo había leído.Pero no venía a hablarme de trabajo, venía a tocarme las narices, expresiónque utilizamos en mi país para indicar que alguien viene a incordiar o aincomodarte sin ningún motivo aparente, simplemente molestar pormolestar.Jefa: Siempre que bajo a tomar café te veo aquí, ¿no trabajas?Miguel: Si siempre que bajas me ves, ¿no será que bajas mucho?Jefa: ¡Insolente, quién te crees que eres para hablarme así!Para finalizar esta sección dedicada al mundo laboral, quiero hablar de unamujer muy especial, Concepción Arenal, una mujer que luchó por losderechos de la mujer en España antes del sufragio universal.En una época en la que el acceso de la mujer a la universidad estaba vetado,para poder asistir a sus clases se disfrazaba de hombre y acudía como oyentea clases de derecho.Son mujeres como Concepción, ejemplo de lucha por los derechos y laigualdad, a veces no prestamos la atención que debieran a su obra, sería dejusticia dedicar un libro entero a su labor, sin embargo, muchas veces damosmás protagonismo a gente intranscendente como a esa jefa insolente o a labecaria enchufada, pero no quiero dedicarles mi libro a ellas, sino a gentecomo tú Concepción que te caracterizaste por tu valores humanos.- 127 -

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