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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» Pasó el tiempo y Zoraida comenzó a salir con un chico, era un muchachocon mucho dinero, no pude llegar a conocerte, pues tan solo conseguí de élun hola y adiós, tal vez consideraba que no tenía el suficiente niveleconómico para malgastar una sola palabra conmigo.En principio dudé si quedar con ellos, pues un día llegué a estar enamoradode Zoraida y tal vez podía abrir viejas heridas viéndolos juntos, sin embargoquise enfrentarle, tenía curiosidad por saber si me había engañado a mímismo y realmente seguía amando a Zoraida.No fue así, sentí un tremendo alivio en mi alma cuando les vi juntos y nosentía absolutamente nada, ni frio ni calor, incluso me pareció la parejaperfecta, ella manipuladora y superficial, él rico, clasista y presuntuoso, loque uno no tenía, lo complementaba el otro, siempre claro está desde elpunto de vista más superficial.Pasó el tiempo y casi creía haber pedido de vista a Zoraida para siempre, noes que me produjera pena, pero sí es cierto que llegué a sentir cariño poraquella mujer, se podía decir que la comenzaba a echar de menos.Un día me llamó, había terminado su relación con el muchacho rico y medijo que si quería ir al cine con ella, acepté y estuvimos viendo una películaen la que cortaron la cabeza hasta al acomodador, mal presagio pensé.Al salir del cine anduvimos, ella a mi derecha y yo a su izquierda, recuerdoeste detalle porque debía padecer alguna lesión de cuello que le producíamolestias si torcía el cuello a su derecha, entonces me cogió de la mano.Pensaba en todo momento en la película que acababa de presenciar, sabíaque era una señal inequívoca, el cielo me estaba mandando un aviso y unrato más tarde una mujer de cartón piedra me estaba pidiendo salir con ella.Qué momento más delicado, sobre todo para aquellos que albergamossentimientos, me considero una persona sensible en exceso, capaz decualquier cosa por evitar el sufrimiento a cualquier persona.Zoraida no estaba fingiendo, ella no sabía actuar tan bien, era tan solo unaactriz de tercera y la conocía demasiado bien, sus ojos brillaban como uncordero que teme algo malo, me estaba suplicando comprensión.Le pedí con la mirada un momento para reflexionar sobre lo que me estabapidiendo, ella me comprendió, me puse como abogado del diablo, le di lascartas a ella para que ganara la partida y cerré los ojos.Pregunté al maestro trilero y pregunté a mi padre, uno maestro callejero, elotro maestro docto y culto, el trilero me dijo, hasta el mejor jugador siemprepierde ante una mujer, la magia se evapora cuando se meten unas faldas depor medio.El otro, mi padre, me contestó con el ejemplo, mírame a mí y a tu madre,sigue nuestro ejemplo, no pestañeé y dije a Zoraida, lo siento pero no.- 91 -

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