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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» También observé las construcciones, eran muy diferentes a las europeas,percibía una extraña sensación de estar en otra dimensión, de habertraspasado el umbral de la realidad y la ficción, ¿me encontraría tal vez aBugs Bunny a la vuelta de la esquina?Cuando entré en la habitación del hotel noté que estaba resfriado, no mentíen cuanto a que no tenía enfermedad alguna cuando salí de España, perodebido a que el aire acondicionado del avión estaba demasiado fuerte, habíacogió frío en el largo trayecto y ahora tenía los síntomas de un buenresfriado.Salimos de Madrid a las diez de la mañana hora española y llegamos aNueva York a las diez de la mañana hora neoyorquina, habíamos pasadoocho horas de vuelo y sin embargo no había pasado el tiempo, comoteníamos sueño por el jet lag nos fuimos a dormir, esto me favorecería paracurarme lo antes posible del resfriado que había pillado en el largo trayectode avión.La recuperación por la descompensación horario fue asombrosamenterápida, pues despertamos a las nueve de la mañana del día siguiente, calculoque debimos dormir alrededor de veinte horas seguidas, dicen que los quesalen de noche los fines de semana se recuperan pronto del jet lag y eracierto que nosotros no nos privábamos de salir.Cuando se duermen tantas horas lo primero que apetece es comer, losdesayunos en Nueva York son como a mí me gustan, de huevos con beicon yjudías, aunque para despertar debes tomarte al menos tres cafés, porque elcafé de allí lo hacen excesivamente aguado.Comenzamos a recorrer las calles de Nueva York, la primera sensación quese tiene es la de estar dentro de una película, te llama la atención el asfaltopoco cuidado, deforme y con muchos baches, tal vez no se estile en el país eluso de las apisonadoras.Y como no, las alcantarillas despidiendo ese espeso vapor, un clásico quepuede admirarse en muchas películas, era curioso que emitieran esosvapores a pesar de encontrarnos en el mes de Octubre y que no hiciera frío,las alcantarillas despedían vapores, poco antes había admirado algo similaren Lanzarote, pero debido a la actividad volcánica.La joven que nos sirvió el desayuno era de habla hispana y le pedimos quenos hablara mejor en español, pero era increíble la facilidad con la quecambiaba de un idioma a otro, sin darse cuenta comenzaba una frase enespañol y la terminaba en inglés, realmente pensaba en ambos idiomas,luego supe que es frecuente en quien domina dos idiomas.Fuimos hacia el embarcadero para hacer una excursión por el río Hudson,pudimos ver por el recorrido numerosos puentes de accesos a la isla deManhattan y nos fuimos acercando hacia la estatua de la libertad, que mepareció mucho más pequeña de lo que imaginaba, igual que me pasó enSevilla con la torre del oro.- 134 -

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