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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» No sé si por las cervezas o por el cansancio de los kilómetros que llevábamosencima, el caso es que despertamos de la siesta al día siguiente sin poderasistir a la cita con las chicas de Barcelona.El caso es que el descanso nos vino muy bien para continuar la ruta, elsiguiente destino era Zagreb, una ciudad muy bonita en la que aún quedabaalgún edificio bombardeado por la reciente guerra.Entramos a un bar y nos tomamos unas cuantas cervezas, al ir a pagarcaímos en la cuenta de que no llevábamos la moneda del país y no aceptabaneuros, por lo que mi amigo fue a un cajero a sacar dinero y mientras mequedé en el bar.Me preguntó un señor en inglés que de donde éramos y al decirle queespañoles el hombre se alegró muchísimo y comenzó a hablarme en español.Me contó que había vivido muchos años en Marbella y que tenía un especialrecuerdo de sus años en España.El señor se ofreció como intérprete y todos los que estaban en el barhablaban conmigo a través de él, preguntándome cosas sobre España, senotaba que el señor les había hablado mil maravillas de aquella tierraparadisiaca llamada España.Aproveché para preguntarle por la comida de allí, nos recomendó un sitiopara comer y me advirtió que la comida croata estaba buenísima al igual quela española, siendo Croacia también un país mediterráneo, su alimentaciónes parecida a la española.Cuando le conté mis intenciones de ir a Hungría no puso cara de buenosamigos, dijo que aprovecháramos para comer bien en Croacia pues enHungría solo comían productos derivados del cerdo.Me encontraba charlando con el bar al completo sobre sus desavenenciascon los húngaros imagino que herencia de las invasiones que conformaron elimperio austrohúngaro, cuando de repente entró mi amigo, quedóimpresionado de mi don de gentes y la rapidez con la que había conseguidodominar el idioma autóctono.Poco después mi amigo cayó en la cuenta de que mi facilidad para entablarconversación con los presentes era gracias al buen señor que ejercía deintérprete.La ciudad de Zagreb es muy bonita y los croatas son gente muy alegre yextrovertida, llevé una impresión muy grata de aquel país y su gente. Inclusoa la salida de Zagreb nos indicaron unos señores el camino hacia Hungríapues nos habíamos perdido.Ya en Hungría hicimos noche en el lago Balatón y nos fuimos a cenar.Cenamos pescado de la zona y la camarera tonteó con mi amigo bajo laatenta mirada del dueño al que no parecía gustarle demasiado las risas quese traían entre ambos.- 212 -

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