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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» El agua más fría de la tierra debe estar en Cercedilla, en la urbanizaciónhabía una piscina en la que no había quien se bañara, había que ser muyvaliente para meterse en esas aguas gélidas.También recuerdo de Cercedilla la casa de los japoneses. Era una casa enmedio del monte en la que no habitaba nadie, al parecer la había compradoun japonés, pero no debía ir mucho por allí, imagino que si querían pasar elfin de semana en la sierra y vienes desde Kioto, se te pasa el fin de semanaen el avión.En una ocasión pasamos cerca de la casa y estaba incendiada, me dio penaver la casa así, una casa que era tan bonita. Al encontrarse la casa quemada yabandonada, se podía entrar a cotillear, tenía un piano medio quemado ytenía el aspecto haber sido una cada lujosa por los restos del mobiliario quequedaban.Recuerdo con alegría los fines de semana que pasábamos en Cercedilla, lacasa era de mis tíos de Cercedilla Rosario y Alejandro. Rosario es prima demi madre, hija de mi tía Carmen, la dueña de Linda. Hace poco que en elvelatorio de mi tío Alejandro, estuve hablando con su yerno Nardi y mecontó una anécdota de niño que no recordaba.La anécdota era referente a mi abuelo materno, se llamaba Tomás, al parecerme pasé un día entero dándole la paliza con que me comprara una moto.Cuando no aguantaba más y me decía, ¡que no!, ¡que me dejes en paz!, puesle machacaba con que era roñoso.Mi mejor amigo de niñez fue mi abuelo Tomás, con el iba a todos los sitios,desde por la mañana que íbamos al roto de la casa de campo a ver a misotros amigos que rondaban los ochenta años, que me regalaban los piñonesque habían recogido.Nos llevaba el señor Ángel en su Symca 1000 de color café con leche. Por latarde nos íbamos a buscar a mi madre que ya volvía del trabajo hasta elcementerio de San Isidro.Mis padres, los que me crearon, soy sangre de su sangre y les estoyagradecido de ser unos padres ejemplares. Cuando comencé este libro, dijeque ya estaba preparado para contar mi historia porque ya no estabaimplicado emocionalmente y contaba mi historia desde la perspectiva de unespectador.Tratar algunos aspectos de mi vida, como es este punto, en el que voy ahablar de mis padres me resulta aún un poco difícil. Pero se merecen untributo por su saber hacer en mi educación y de mis hermanos, aunque laemoción me atrape, secaré mis lágrimas para poder hablaros de ellos.No obstante, bien merece la pena el esfuerzo, los espectadores de mibiografía que me han estado leyendo fielmente hasta este punto lo merecéis,trataré de describir con cariño a las dos personas más buenas que heconocido, mis padres Don Santiago y Doña Carmen, mis maestros.- 268 -

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