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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» 7. Islas CanariasEl DescubrimientoA mediados de los noventa cumplí veintiséis años, echaba la vista atrás y veíaun joven con muchos sueños por cumplir y ahora había cumplido ya lamayoría de ellos, estaba en una etapa de crecimiento profesional cosechandoéxitos, se podía decir que la vida me sonreía.Era evidente que algo faltaba para completar mi vida, aún no habíaencontrado aquella mujer con la que tantas veces soñé, a quien cobijar en elfrio invierno, a la que acariciar su pelo, a quien decir que de lo enamorado deestoy debo pellizcarme todas las mañanas para comprobar que no es unsueño.Pero esto no me preocupaba, sabía que tarde o temprano encontraría lo quetantos años había soñado, una compañera, amiga, cómplice, pero mientras,disfrutaría de mis éxitos y llegada la época estival, buscaría el lugaradecuado donde descansar y tal vez encontrar la mujer de mi vida.Pensando en el sitio adecuado para pasar las vacaciones de verano, no podíaquitarme de la mente el verano anterior, había sido un gran descubrimiento,siempre había tenido en mente viajar alguna vez a las Islas Canarias, lo queaún no sabía era la importancia de aquel lugar en mi vida.Si esta novela tiene un corazón situado en el capítulo quince, cuyaprotagonista es una mujer llamada Zori, también tiene un lugar donde sedesarrollaron los hechos, fue en las Islas Canarias.¿Por qué elegí aquel destino como privilegiado para pasar mis vacacionesdurante tantos años, por qué desde el primer día que contemplé la obra de lanaturaleza más maravillosa y majestuosa que jamás había visto de nombreTeide, sentía como si fuera un ser con vida propia que me daba labienvenida?Son preguntas que no sabría responder, el algo que se siente pero que no sesabe explicar el motivo por el cual lo siente, hoy recuerdo la cantidad deveces que alcé la vista hacia el Teide en el capítulo de mi vida que hetitulado «Zori», quién sabe la razón por la cual mantuve esas conversaciones,siempre sabias, con la longeva montaña.Una vez más mi destino favorito eran las islas, pero esta vez mi amigo elTeide aunque me saludó, me miró con cierto recelo porque mi destino no eralas faldas de su montaña, sino la isla vecina Gran Canaria.Durante el viaje pude recordar las vacaciones anteriores en las que paseabasolo en la noche tinerfeña por el paseo marítimo del Puerto de la Cruzcuando un cartel llamó mi atención, era un local de música en directo en elque actuaba un cantautor de la península, el lugar ideal para pasar un buenrato disfrutando de la música en vivo después de cenar.- 79 -

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