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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» La reacción de todos fue inmediata, menosprecio por lo que iba a hacer yridiculizar el hecho de que hubiera decidido hacerlo sin dudar o pedir algo acambio, no que en la mili se debe llamar un «pringao», digo «se debe»porque yo no hice la mili.No hice ni caso de sus comentarios absurdos, lo hice y puedo asegurar queno me resultó una tarea costosa, simplemente lo hice sin darle importancia.Nos perdemos mucho de la vida si nos da pereza vivirla, es mucho másdivertida la actividad.Siendo yo una persona que no ha leído mucho sobre cultura oriental, deboreconocer que en algunos aspectos de mi vida guardo cierta similitud con sumodo de actuar ante determinadas situaciones, pude leer no hace muchoque consideran noble de espíritu al que hace las cosas por sí mismo en lugarde dar instrucciones de cómo hacerlo.Cuando me levanté a fregar los cacharros sin pestañear, a pesar de que sabíaque el resto se iba a burlar de mis actos, ignoraba que una cultura milenariaaplaudía mi actitud, aunque solo sea por eso, me enorgullece mi modo deactuar en aquella ocasión.Habían pasado las navidades y comenzaba el nuevo año dos mil ocho, el díauno del año es un día especial para el recuerdo, era la fecha de cumpleañosde mi abuela Manuela y en este día siempre íbamos a comer a casa de laabuela.Cuando era un adolescente, la sopita de jamón, pollo y verduras que nospreparaba la abuela era como una pócima revitalizante después de haberpasado una Nochevieja algo movidita.El día treinta y uno de Enero, día de San Juan Bosco, fecha que no olvidocomo antiguo alumno salesiano que soy, es el día de cumpleaños de mimujer. Al ser mi cumpleaños poco después del suyo, el día doce de Febrero,decidimos que sería buena idea que los celebráramos juntos.Fue una celebración muy divertida y lo debimos pasar bastante bien a juzgarpor la foto que puedo ver en la salita desde la que escribo en la cual posamoslos dos muy sonrientes. La celebración fue el sábado nueve de febrero, elMiércoles trece, al regresar de casa mi padre se encontraba mal, al parecerno le habían sentado bien la comida.La cara que tenía era de mucho dolor, hacía mucho tiempo que no veía esaexpresión en su rostro, al menos desde el año de su jubilación que tuvo unosdolores muy fuertes de espalda. El nunca quiso molestar y siendo médico,quería evitar molestias innecesarias o tal vez sospechó el desenlace y tuvomiedo, así es que nos dijo que era mejor que esperásemos a ver si se le ibapasando poco a poco.De haber sospechado alguno de la familia lo que tenía, hubiéramos salidodisparados a urgencias, pero ninguno podíamos imaginar la situación,aunque debo confesar que su cara descompuesta me preocupó.- 256 -

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