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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» Ante tan aterradora confesión no supe qué hacer, necesitaba pensar, ellaestaba en peligro porque me había contado que el señor que creía era supadre, la pegaba constantemente, incluso en una ocasión la llevó a undescampado, ella sabía que era para matarla, pero finalmentemilagrosamente se echó para atrás.¿Qué podía hacer yo?, en Tenerife me encontraba bloqueado, estuve todo elfin de semana sin saber qué hacer, ella me advirtió que no recurriera a lapolicía, porque entonces no había duda alguna que la matarían.Tras un fin de semana en que apenas vi a Zori una sola vez, tuve tiempo dedejarle todos mis teléfonos de contacto, incluso el teléfono de mi trabajo, loimportante era no perder el contacto.Regreso a Madrid, allí tal vez se me ocurra la mejor solución, como ella notiene dinero en la tarjeta de su teléfono móvil, me hace una llamada perdidacuando quiere hablar conmigo, de este modo siempre que ella necesitadesahogarse me llama a escondidas, cuando nadie le ve.Me llama un día llorando de nuevo, me dice que otra vez la han llevado a undescampado y creía que esta iba a ser la vez que acabaran con ella, le dijeque se tranquilizara, que le juraba que le iba a sacar sana y salva de aquellasituación, lo único que debía hacer es confiar en mí.Cuando colgué rompí a llorar, me sentí totalmente impotente ante aquellasituación, creí que sería completamente inútil llamar al teléfono deemergencias, pero fue la única salida posible que encontré.Expliqué la situación en que se encontraba Zori, me pidieron mi número demóvil y me llamó un agente de la policía secreta de Tenerife, era de unabrigada de la cual que desconocía su existencia, estaba especializada encasos como extorsiones, secuestros y otros delitos hacia ciudadanosextranjeros en territorio español.Le expliqué el caso con todo detalle, noté que el agente no tenía acentocanario, más adelante supe que era originario de mi misma ciudad aunquedestinado en Canarias.Me explicó la situación que creía en que se encontraba Zori dada suexperiencia y los datos que le había facilitado, era peor de lo que yo podíaimaginar.No quiso alarmarme con detalles, me dio su propio número de teléfono y medijo que era importantísimo entregárselo en mano a Zori para salvarla lavida, era evidente que su vida corría peligro.Le di las gracias al agente y me puse manos a la obra, objetivamente yo meencontraba en una situación muy baja anímicamente, nadie que no hayavivido algo similar puede llegar a imaginarse lo que siente uno cuando unapersona secuestrada le está pidiendo ayuda y, al menos instantáneamente,no se puede hacer nada, se pasa francamente mal.- 186 -

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