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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» En particular me enseñaste a amar la música, me compraste mi primeraguitarra. Bueno, también recuerdo aquel día que me fui a comprar untambor y cuando llegué a casa, ese tambor salió por la puerta que entró, yregresó en forma de pluma estilográfica. Quizá por esa razón tardé cuarentaaños en lanzarme a escribir, odié aquella dichosa pluma como el sol odia a laluna.Mi mujer se siente muy querida por ti mamá, y eso me llena de satisfacción,papá la conoció apenas un año, pero en aquel año demostró quererla como auna hija y eso me llenó de felicidad.Me llenó de emoción, el día que nos dejó el tío Alejandro, que la tía Rosarioen ese momento tan doloroso que estaba viviendo, al saludarle Marga, lededicara una sonrisa y le dijera que le parecía una chica majísima.Sí que es verdad que tengo buen ojo, o tal vez el destino, que hizo que nosencontráramos ante la atenta mirada de un león disecado, en una discotecadel centro de Madrid. Lo cierto es que soy feliz, amar y sentirse amado esuna combinación no siempre fácil, la he encontrado y por ello me consideromuy afortunado. Afortunado espiritualmente, porque la verdad es que notengo un duro.Aparte de dedicarte este libro mamá, quiero darte todo el ánimo del mundoen este momento, también a mi tía Rosario, las dos estáis pasando por elmomento quizá más duro, la pérdida de la persona con la que habéiscompartido todo.Tenéis el apoyo de la familia, al habernos enseñado los valores adecuados,habéis hecho un buen trabajo, porque aunque os podáis sentir solas, no loestáis, estamos aquí para lo que queráis.Fui el último que pude hablar con papá, se llevó el beso que me encargastepara él, me despedí de él sabiendo los dos, que quizá era la última vez quenos volveríamos a ver. Me entregó su audífono, su alianza para dártela a ti yme dio un beso con valentía como un Sáez, había hablado ya con sus colegassabiendo la situación. Sabía que le iban a intentar salvar la vida, pero que eramuy difícil, quizá él tuviera idea de la situación con más certeza que lospropios cirujanos.Papá me enseñó la lección que me acompaña ahora y me acompañarásiempre, que la vida es un paseo, que es algo efímero, que se pasademasiado rápido, más de lo que creemos. Lo que nunca podemos sabercuando llega la hora, gracias a Dios, pero es un gran alivio saber que tras lavida no acaba todo, sino que se comienza otra nueva vida en la que por finquedamos libres de la garra del mal, que tanto daño nos hizo en vida.Cuesta creer esa idea de que el alma continúa, todo indica que tras habervivido todo termina. Es lo más lógico de pensar. También me ha pasado porla cabeza la idea de que la creencia de que tras vivir no llega el final, no seamás que un mecanismo de defensa para amortiguar el golpe de la pérdida dealguien al que amas mucho.- 272 -

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