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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» Mujer De Cartón PiedraHabrán ustedes advertido que ciertos personajes de este libro tienennombres ficticios, tal es el caso de Rocinante o Don Quijote, ello es debido aque son personas con las que no he ganado la suficiente confianza comopara incluirlos en mi libro, por decirlo de otro modo, no son gente de fiaraunque, no por ello, hayan permanecido lejos de mi vida.Conocí en el año noventa y cinco a la mujer más superficial que jamás hayaconocido, una persona que hacía de la manipulación su estilo de vida y comosuele ocurrir a menudo con esta gente, pecan de ingenuos, pues creen tenerengañada a toda la sociedad con sus malas artes.He de reconocer que el primer día que conocí a Zoraida me cautivó, era unamujer bella que fijaba toda su atención en tus labios, lo que podría parecerque era un flechazo amoroso, no era más que un estudio minucioso de tucomportamiento, un test en toda regla, preparaba el terreno.Yo caí en sus garras, estuve un par de meses bebiendo las aguas por aquellamujer, pero pronto comenzaron a detectarse los síntomas, la actuación queella creía ser perfecta tenía sus lagunas, aquella mujer que creía tener elcontrol absoluto de la situación, era una actriz de tercera.Los primeros días anduve desilusionado, cuando crees haber encontrado elamor y no es así, la primera reacción es taparse los ojos y seguir soñando,pero pronto la realidad te golpea el intelecto, te das cuenta que no hay amor,que es todo una farsa y hay que tomar cartas en el asunto.Ocurrió algo novedoso, tal vez la experiencia estaba dando sus frutos, logrécambiar mis sentimientos hacia Zoraida, caí en la cuenta de que, del mismomodo que es absurdo enamorarse de Ginger Rogers, lo sería enamorarse deuna mujer como Zoraida.Incluso sería más acertado llegar a enamorarse de Ginger pues era unaartista maravillosa, pero no de Zoraida, una pésima actriz, sería ridículopensar que Ginger, tan insigne artista me mirase con ojos de amor, ella nopuede verme porque yo no soy más que un simple espectador.Me volvió a llamar Zoraida por teléfono para quedar un fin de semana más,yo estaba en mi trabajo y adivinaba en sus palabras el terrible engaño, ellaera totalmente ajena al hecho de que había descubierto sus malas artes.Mientras ella me hablaba con voz acaramelada, yo reflexionaba si colgar elteléfono y terminar de inmediato con aquella farsa o si tal vez podría obteneralgún tipo de beneficio de aquella situación.Comenzaba a recordar las palabras de mi maestro trilero de la plaza deCallao que me decía que siempre decía que engañar a quien trata deengañarte es siempre premiado por Dios, lo que en mi ciudad se denominatimo de la estampita, por otro lado, sonaba la voz de mi gran maestro, mipadre, que me decía que siempre es mejor parecer tonto que serlo.- 89 -

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