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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» Si mi primer viaje a las Islas Canarias fue un camino de rosas, este añocomenzaba con un pequeño percance aeroportuario que hizo que no entraracon buen pie en la gran isla, muy relacionado con la falta de respeto.El personal de vigilancia del aeropuerto sospechó que llevaba droga,comenzaba a pensar si no tendría algo que ver con mi bigote, tiempo atrástuve un percance similar en Ceuta y llevaba el mismo bigote.A decir verdad, mirando una fotografía de la época, mi aspecto era de capodel narcotráfico, aunque a juzgar por los papeles que suelen darme en cine yseries de televisión, no debo haber cambiado demasiado, me pregunto sipasaría del aeropuerto de Barajas si me dejara bigote de nuevo.Procedieron a un registro en el que revolvieron el equipaje sin controldestapando un bote de gel de baño desparramándolo por toda la ropa ycausando que mi teléfono móvil pasara a mejor vida.Recuerdo aún las palabras del agente que con aparente respeto me pedíadisculpas por las molestias y se excusaba con que ese era su trabajo, lasmismas palabras que escuché de los agentes de aduanas ceutíes, debe seruna frase que aprenden en el manual de aduanas.Como resultado de que los agentes hicieran su trabajo equivocándosenuevamente de sospechoso, tuve que llevar toda la ropa a una lavandería,comprarme un teléfono móvil nuevo y me tocó perder el autobús que debíallevarme a mi hotel, por lo que tuve que pagarme un taxi que me llevara alsur de la isla.Cuando por fin salía del aeropuerto camino del sur tenía un humor de perrosy pude ver un cartel que decía, bienvenido a Gran Canaria, le deseamos unafeliz estancia, esto me hizo esbozar una media sonrisa que se la dediqué a mimala suerte en las aduanas.Lo primero que hice al llegar al hotel fue deshacerme de mi bigote y mihumor cambió de repente, el mal genio que tenía había desaparecido porcompleto y por fortuna, el resto de las vacaciones transcurrieron con totalnormalidad.Tal era el cambio que me produjo quitarme el bigote que la recepcionistacreyó que yo era el hijo del señor que horas antes había hecho su entrada enel hotel, se quedó sin habla cuando le dije que era el mismo de antes pero sinbigote, entonces me dijo que sin bigote estaba mucho más guapo y que leprometiera no volver a ponérmelo jamás, promesa hasta hoy cumplida.Pero si mi entrada a la isla no fue demasiado afortunada, el resto de laestancia cumplió todos los requisitos que esperaba e incluso mejorónotablemente mis expectativas, tenía todo lo que podía desear.Pude pasear con tranquilidad, sumergirme por sus aguas refrescantes, comeruno de mis productos preferidos, el pescado, probando cada día unodiferente, pescados autóctonos de las islas que nunca volvería a probar.- 83 -

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