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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» Otro de los interlocutores era un psiquiatra que no se sabía muy bien de queiba, aunque por lo poco que intervino, se podía deducir que era de los quediferenciaba entre la élite de la sociedad y el resto, de los que creen que porhaber estudiado una carrera y además ser médico, son más que el resto delos mortales.Formaba parte de la élite del debate una abogada con un apellido muyacorde al tema a tratar, se apellidaba Zorrilla y se caracterizaba por ser de losque gritan y tapan la boca al resto para llevar la razón.Los otros dos invitados eran una prostituta y una stripper, que demostraronser personas respetuosas y educadas, con las ideas muy claras sobre valoresfundamentales como la libertad, la dignidad de ellas dos superaba con crecesal resto de los invitados.He aquí una muestra de lo irónico que resulta comprobar que quien más haestudiado y más formación ha recibido, resulta ser el más irrespetuoso ysoez, mientras que el que menos estudios tiene es quien demuestra ser elmás capacitado para participar en el debate, pues posee algo de lo que losotros carecen, educación, respeto a los demás y dignidad.Como decía en un principio, aunque mi universidad estaba repleta decerebritos, hasta en un lugar así puedes llevarte una sorpresa, era el últimolugar del mundo donde me imaginaba que podía oír al alguien tarareandouna de las canciones que de niño incluía en mi repertorio de trovador.Rocinante:Un caballo con alas viene hacia mí.Pensé que tal vez me encontraba soñando despierto y aquella voz no era másque fruto de mi imaginación, pero mis dudas se disiparon de repente cuandocomencé a oír la estrofa de otra de mis canciones de trovador:Rocinante:Y la estufa de carbón frente al profesor.Cuando oí esa frase me dirigí hacia aquel compañero de universidad queentonaba esa canción, mis oídos no daban crédito, dos de los temas queprobablemente más veces había cantado y escuchados en una clase deaquella universidad, era lo último que podía imaginarme, estuvimoshablando y así comenzó una amistad que duró muchos años.He llamado esta sección Rocinante dedicándola a este otro amigo, que dejóde serlo en el mismo instante y el mismo lugar que terminé mi amistad conDon Quijote, tras un apretón de manos en la estación de Atocha, un gestoque simbolizaba un adiós definitivo.Pueden imaginarse que en esta etapa de mi vida además de un Don Quijotey un Rocinante hubo una Dulcinea, imaginan bien, se trata de mi mujer, a laque conozco desde hace relativamente poco tiempo, pero lo suficiente parasaber que ella es diferente al resto de personajes de mi quijotesca historia, enla que también hay un lugar para un Sancho Panza, de una nobleza y bondadsin par y que gusta del buen yantar, ese no es otro que yo.- 12 -

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