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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» Me dirijo a la agencia de viajes que hay situada en la misma empresa yreservo un vuelo y un hotel para el siguiente fin de semana con destino aTenerife y mientras decido que será mejor olvidar lo ocurrido y centrarme enmi trabajo hasta que llegue el fin de semana y puedo marchar a Tenerife aayudar a Zori.Me vienen a la mente repentinamente, sin saber muy bien, unos versos quetuve que aprender de niño en el colegio, al oírlos en mi mente me maravillode lo oportuna que es en ocasiones la mente humana.«Ésta que veis de rostro amondongado,Alta de pechos y ademán brioso,Es Dulcinea, reina del Toboso,De quién fue el gran Quijote aficionado»Deduzco que deben ser unos versos que mi tocayo don Miguel de Cervantesincluyera en el Quijote, pero soy consciente de que siempre que este tipo demensajes aparecen en mi mente tan repentinamente es porque algúnmensaje oculto encierran en sí mismos, y decido echar un vistazo rápido a laedición del Quijote que hay en mi casa, de atrás hacia adelante, como tengoacostumbrado revisar los libros cuando busco en ellos algo en concreto.¿Qué ven mis ojos?, no hago más que abrir el final de la primera parte delQuijote y me encuentro dichos versos pero con una frase que los coronan,que dice así: “In Laudem Dulcinae del Toboso”, mi mente tiene una visiónaterradora, me veo en un cementerio con la cabeza inclinada frente a unalosa en donde lo primero que leo es Zornitsa, el nombre de pila de Zori.Rara vez he hecho caso omiso a las señales, esta no iba a ser una excepción,pero ahora me surgía la duda de si la señal me estaba avisando del peligro alque me enfrentaba que no debía asumir, puesto que tan solo conocía a Zoride hacía pocos meses, o me estaba avisando que de no hacer nada, mi amigaZori podría perder la vida siendo aún tan joven y teniendo toda una vida pordelante.Pero me estaba precipitando, aún no sabía si realmente le ocurría algo gravea Zori y estaba haciendo juicios precipitados, debía guardar la calma ycontinuar con los planes de esperar al fin de semana, entonces saldría dedudas.Me viene a la mente ahora el momento en el que tuve la mayor sensación defrio que jamás antes hubiera tenido, fue un año atrás, en el mes deDiciembre, cuando desde el velero de David nos tiramos al agua a cienmetros de la costa de Jávea, engañados por la temperatura ambiente exterior.La temperatura del agua era muy baja y la impresión me hizo ver un destellode luz y perdí el conocimiento por unos segundos hasta que reaccionésúbitamente logrando subir por las escalerillas de popa.Dos señales seguidas me advertían de la parca, una lápida y el sentimientode frió intenso con la correspondiente pérdida de conocimiento.- 184 -

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