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50sombras 168

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—Me gustan las morenas —murmura.<br />

Mete las dos manos entre mis cabellos y me sujeta la cabeza. Su beso es exigente,<br />

su lengua y sus labios, persuasivos. Gimo y mi lengua indecisa se encuentra con la<br />

suya. Me rodea con sus brazos, me acerca su cuerpo y me aprieta muy fuerte. Una<br />

mano sigue en mi pelo, y la otra me recorre la columna hasta la cintura y sigue<br />

avanzando, sigue la curva de mi trasero y me empuja suavemente contra sus<br />

caderas. Siento su erección, que empuja lánguidamente contra mi cuerpo.<br />

Vuelvo a gemir sin apartar los labios de su boca. Apenas puedo resistir las<br />

desenfrenadas sensaciones —¿o son hormonas?— que me devastan el cuerpo. Lo<br />

deseo con locura. Lo cojo por los brazos y siento sus bíceps. Es sorprendentemente<br />

fuerte… musculoso. Con gesto indeciso, subo las manos hasta su cara y su pelo<br />

alborotado, que es muy suave. Tiro suavemente de él, y Christian gime. Me<br />

conduce despacio hacia la cama, hasta que la siento detrás de las rodillas. Creo que<br />

va a empujarme, pero no lo hace. Me suelta y de pronto se arrodilla. Me sujeta las<br />

caderas con las dos manos y desliza la lengua por mi ombligo, avanza hasta la<br />

cadera mordisqueándome y después me recorre la barriga en dirección a la otra<br />

cadera.<br />

—Ah —gimo.<br />

No esperaba verlo de rodillas frente a mí y sentir su lengua recorriendo mi<br />

cuerpo. Es excitante. Apoyo las manos en su pelo y tiro suavemente intentando<br />

calmar mi acelerada respiración. Levanta la cara y sus ardientes ojos grises me<br />

miran a través de las pestañas, increíblemente largas. Sube las manos, me<br />

desabrocha el botón de los vaqueros y me baja lentamente la cremallera. Sin<br />

apartar sus ojos de los míos, introduce muy despacio las manos en mi pantalón, las<br />

pega a mi cuerpo, las desliza hasta el trasero y avanza hasta los muslos arrastrando<br />

con ellas los vaqueros. No puedo dejar de mirarlo. Se detiene y, sin apartar los ojos<br />

de mí ni un segundo, se lame los labios. Se inclina hacia delante y pasa la nariz por<br />

el vértice en el que se unen mis muslos. Lo siento junto a mi sexo.<br />

—Hueles muy bien —murmura.<br />

Cierra los ojos, con expresión de puro placer, y siento como una sacudida.<br />

Extiende un brazo, tira del edredón, me empuja suavemente y caigo sobre la cama.<br />

Todavía de rodillas, me coge un pie, me desabrocha la Converse y me la quita,<br />

junto con el calcetín. Me apoyo en los codos y me incorporo para ver lo que hace.<br />

Jadeo, muerta de deseo. Me agarra el pie por el talón y me recorre el empeine con<br />

la uña del pulgar. Es casi doloroso, pero siento que el recorrido se proyecta sobre<br />

mi ingle. Gimo. Sin apartar los ojos de mí, vuelve a recorrerme el empeine, esta vez<br />

con la lengua, y después con los dientes. Mierda. ¿Cómo puedo sentirlo entre las

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