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50sombras 168

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—Rojo —digo.<br />

—No lo olvides.<br />

Y no puedo evitarlo… arqueo una ceja y estoy a punto de recordarle mi nota<br />

media, pero el repentino destello de sus gélidos ojos grises me detiene en seco.<br />

—Cuidado con esa boquita, señorita Steele, si no quieres que te folle de rodillas.<br />

¿Entendido?<br />

Trago saliva instintivamente. Vale. Parpadeo muy rápido, arrepentida. En<br />

realidad, me intimida más su tono de voz que la amenaza en sí.<br />

—¿Y bien?<br />

—Sí, señor —mascullo atropelladamente.<br />

—Buena chica. —Hace una pausa y me mira—. No es que vayas a necesitar las<br />

palabras de seguridad porque te vaya a doler, sino que lo que voy a hacerte va a<br />

ser intenso, muy intenso, y necesito que me guíes. ¿Entendido?<br />

Pues no. ¿Intenso? Uau.<br />

—Vas a necesitar el tacto, Anastasia. No vas a poder verme ni oírme, pero<br />

podrás sentirme.<br />

Frunzo el ceño. ¿No voy a oírle? ¿Y cómo voy a saber lo que quiere? Se vuelve.<br />

Encima de la cómoda hay una lustrosa caja plana de color negro mate. Cuando<br />

pasa la mano por delante, la caja se divide en dos, se abren dos puertas y queda a<br />

la vista un reproductor de cedés con un montón de botones. Christian pulsa varios<br />

de forma secuencial. No pasa nada, pero él parece satisfecho. Yo estoy<br />

desconcertada. Cuando se vuelve de nuevo a mirarme, le veo esa sonrisita suya de<br />

«Tengo un secreto».<br />

—Te voy a atar a la cama, Anastasia, pero primero te voy a vendar los ojos y no<br />

vas a poder oírme. —Me enseña el iPod que lleva en la mano—. Lo único que vas a<br />

oír es la música que te voy a poner.<br />

Vale. Un interludio musical. No es precisamente lo que esperaba. ¿Alguna vez<br />

hace lo que yo espero? Dios, espero que no sea rap.<br />

—Ven.<br />

Me coge de la mano y me lleva a la antiquísima cama de cuatro postes. Hay<br />

grilletes en los cuatro extremos: unas cadenas metálicas finas con muñequeras de<br />

cuero brillan sobre el satén rojo.<br />

Uf, se me va a salir el corazón del pecho. Me derrito de dentro afuera; el deseo<br />

me recorre el cuerpo entero. ¿Se puede estar más excitada?

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