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50sombras 168

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vaqueros me rozan el trasero, pero, la verdad, es un dolor que agradezco, porque<br />

me distrae de lo que le está pasando a mi corazón astillado y roto en mil pedazos.<br />

Me agacho para cerrar la maleta y veo la bolsa con el regalo para Christian: una<br />

maqueta del planeador Blanik L23, para que la construya él. Me voy a echar a<br />

llorar otra vez. Ay, no… eran tiempos más felices, cuando aún cabía la esperanza<br />

de tener algo más. Saco el regalo de la maleta, consciente de que tengo que dárselo.<br />

Arranco una hoja de mi cuaderno, le escribo una nota rápida y se la dejo encima de<br />

la caja:<br />

Esto me recordó un tiempo feliz.<br />

Gracias.<br />

Ana<br />

Me miro en el espejo. Veo un fantasma pálido y angustiado. Me recojo el pelo en<br />

un moño sin hacer caso de lo hinchados que tengo los ojos de tanto llorar. Mi<br />

subconsciente asiente con la cabeza en señal de aprobación. Hasta ella sabe que no<br />

es el momento de ponerse criticona. Me cuesta creer que mi mundo se esté<br />

derrumbando a mi alrededor, convertido en un montón de cenizas estériles, y que<br />

todas mis esperanzas hayan fracasado cruelmente. No, no, no lo pienses. Ahora no,<br />

aún no. Inspiro hondo, cojo la maleta y, después de dejar la maqueta del planeador<br />

con mi nota encima de su almohada, me dirijo al salón.<br />

Christian está hablando por teléfono. Viste vaqueros negros y una camiseta. Va<br />

descalzo.<br />

—¿Que ha dicho qué? —grita, sobresaltándome—. Pues nos podía haber dicho<br />

la puta verdad. Dame su número de teléfono; necesito llamarlo… Welch, esto es<br />

una cagada monumental. —Alza la vista y no aparta su mirada oscura y pensativa<br />

de mí—. Encontradla —espeta, y cuelga.<br />

Me acerco al sofá y cojo mi mochila, esforzándome por ignorarlo. Saco el Mac,<br />

vuelvo a la cocina y lo dejo con cuidado encima de la barra de desayuno, junto con<br />

la BlackBerry y las llaves del coche. Cuando me vuelvo me mira fijamente, con<br />

expresión atónita y horrorizada.<br />

—Necesito el dinero que le dieron a Taylor por el Escarabajo —digo con voz<br />

clara y serena, desprovista de emoción… extraordinaria.<br />

—Ana, yo no quiero esas cosas, son tuyas —dice en tono de incredulidad—.<br />

Llévatelas.

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