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50sombras 168

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con los ojos encendidos. Descruzo las piernas tímidamente. ¿Salgo corriendo? Se<br />

acabó: nuestra relación pende de un hilo, aquí, ahora. ¿Le dejo que lo haga o me<br />

niego y se terminó? Porque sé que, si me niego, se acabó. ¡Hazlo!, me suplica la<br />

diosa que llevo dentro. Mi subconsciente está tan paralizada como yo.<br />

—Estoy esperando —dice—. No soy un hombre paciente.<br />

Oh, Dios, por todos los santos… Jadeo, asustada, excitada. La sangre me<br />

bombea frenéticamente por todo el cuerpo, siento las piernas como flanes.<br />

Despacio, me voy acercando a él hasta situarme a su lado.<br />

—Buena chica —masculla—. Ahora ponte de pie.<br />

Mierda. ¿Por qué no acaba ya con esto? No sé si voy a sostenerme en pie.<br />

Titubeando, me levanto. Me tiende la mano y yo le doy el condón. De pronto me<br />

agarra y me tumba sobre su regazo. Con un solo movimiento suave, ladea el<br />

cuerpo de forma que mi tronco descansa sobre la cama, a su lado. Me pasa la<br />

pierna derecha por encima de las mías y planta el brazo izquierdo sobre mi cintura,<br />

sujetándome para que no me mueva. Joder.<br />

—Sube las manos y colócalas a ambos lados de la cabeza —me ordena.<br />

Obedezco inmediatamente.<br />

—¿Por qué hago esto, Anastasia? —pregunta.<br />

—Porque he puesto los ojos en blanco.<br />

Casi no puedo hablar.<br />

—¿Te parece que eso es de buena educación?<br />

—No.<br />

—¿Vas a volver a hacerlo?<br />

—No.<br />

—Te daré unos azotes cada vez que lo hagas, ¿me has entendido?<br />

Muy despacio, me baja los pantalones de chándal. Jo, qué degradante.<br />

Degradante, espeluznante y excitante. Se está pasando un montón con esto. Tengo<br />

el corazón en la boca. Me cuesta respirar. Mierda… ¿me va a doler?<br />

Me pone la mano en el trasero desnudo, me manosea con suavidad,<br />

acariciándome en círculos con la mano abierta. De pronto su mano ya no está ahí…<br />

y entonces me da, fuerte. ¡Au! Abro los ojos de golpe en respuesta al dolor e<br />

intento levantarme, pero él me pone la mano entre los omoplatos para impedirlo.<br />

Vuelve a acariciarme donde me ha pegado; le ha cambiado la respiración: ahora es<br />

más fuerte y agitada. Me pega otra vez, y otra, rápido, seguido. Dios mío, duelo.

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