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50sombras 168

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otra pierna. Me frota ambas piernas, estrujándolas, masajeándolas, reavivándolas.<br />

Luego me agarra por las caderas y me levanta de forma que ya no tengo la espalda<br />

pegada a la cama; estoy arqueada y apoyada solo en los hombros. ¿Qué? Se coloca<br />

de rodillas entre mis piernas… y con una rápida y certera embestida me penetra…<br />

oh, Dios… y vuelvo a gritar. Se inician las convulsiones de mi orgasmo inminente,<br />

y entonces para. Cesan las convulsiones… oh, no… va a seguir torturándome.<br />

—¡Por favor! —gimoteo.<br />

Me agarra con más fuerza… ¿para advertirme? No sé. Me clava los dedos en el<br />

trasero mientras yo jadeo, así que decido estarme quieta. Muy lentamente, empieza<br />

a moverse otra vez: sale, entra… angustiosamente despacio. ¡Madre mía… por<br />

favor! Grito por dentro y, según aumenta el número de voces de la pieza coral, va<br />

incrementando él su ritmo, de forma infinitesimal, controladísimo, completamente<br />

al son de la música. Ya no aguanto más.<br />

—Por favor —le suplico, y con un solo movimiento rápido vuelve a dejarme en<br />

la cama y se cierne sobre mí, con las manos a los lados de mi pecho, aguantando su<br />

propio peso, y empuja.<br />

Cuando la música llega a su clímax, me precipito… en caída libre… al orgasmo<br />

más intenso y angustioso que he tenido jamás, y Christian me sigue, embistiendo<br />

fuerte tres veces más… hasta que finalmente se queda inmóvil y se derrumba sobre<br />

mí.<br />

Cuando recobro la conciencia y vuelvo de dondequiera que haya estado,<br />

Christian sale de mí. La música ha cesado y noto cómo él se estira sobre mi cuerpo<br />

para soltarme la muñequera derecha. Gruño al sentir al fin la mano libre.<br />

Enseguida me suelta la otra, retira con cuidado el antifaz de mis ojos y me quita los<br />

auriculares de los oídos. Parpadeo a la luz tenue del cuarto y alzo la vista hacia su<br />

intensa mirada de ojos grises.<br />

—Hola —murmura.<br />

—Hola —le respondo tímidamente.<br />

En sus labios se dibuja una sonrisa. Se inclina y me besa suavemente.<br />

—Lo has hecho muy bien —susurra—. Date la vuelta.<br />

Madre mía… ¿qué me va a hacer ahora? Su mirada se enternece.<br />

—Solo te voy a dar un masaje en los hombros.<br />

—Ah, vale.<br />

Me vuelvo, agarrotada, boca abajo. Estoy exhausta. Christian se sienta a<br />

horcajadas sobre mi cintura y empieza a masajearme los hombros. Gimo fuerte;

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