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50sombras 168

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sencillo. A ti no, así que ayer dediqué un buen rato a pensar en todo esto.<br />

Me arrima a su cuerpo y su erección me aprieta el vientre. Debería salir<br />

corriendo, pero no puedo. Me atrae a un nivel primario e insondable que no<br />

alcanzo a comprender.<br />

—¿Llegaste a alguna conclusión? —susurro.<br />

—No, y ahora mismo no quiero más que atarte y follarte hasta dejarte sin<br />

sentido. ¿Estás preparada para eso?<br />

—Sí —digo mientras todo mi cuerpo se tensa al instante.<br />

Uau…<br />

—Bien. Vamos.<br />

Me coge de la mano y, dejando todos los platos sucios en la barra de desayuno,<br />

nos dirigimos arriba.<br />

Se me empieza a acelerar el corazón. Ya está. Lo voy a hacer de verdad. La diosa<br />

que llevo dentro da vueltas como una bailarina de fama mundial, encadenando<br />

piruetas. Christian abre la puerta de su cuarto de juegos, se aparta para dejarme<br />

pasar y una vez más me encuentro en el cuarto rojo del dolor.<br />

Sigue igual: huele a cuero, a pulimento de aroma cítrico y a madera noble, todo<br />

muy sensual. Me corre la sangre hirviendo por todo el organismo: adrenalina<br />

mezclada con lujuria y deseo. Un cóctel poderoso y embriagador. La actitud de<br />

Christian ha cambiado por completo, ha ido variando paulatinamente, y ahora es<br />

más dura, más cruel. Me mira y veo sus ojos encendidos, lascivos… hipnóticos.<br />

—Mientras estés aquí dentro, eres completamente mía —dice, despacio,<br />

midiendo cada palabra—. Harás lo que me apetezca. ¿Entendido?<br />

Su mirada es tan intensa… Asiento, con la boca seca, con el corazón desbocado,<br />

como si se me fuera a salir del pecho.<br />

—Quítate los zapatos —me ordena en voz baja.<br />

Trago saliva y, algo torpemente, me los quito. Se agacha, los coge y los deja<br />

junto a la puerta.<br />

—Bien. No titubees cuando te pido que hagas algo. Ahora te voy a quitar el<br />

vestido, algo que hace días que vengo queriendo hacer, si no me falla la memoria.<br />

Quiero que estés a gusto con tu cuerpo, Anastasia. Tienes un cuerpo que me gusta<br />

mirar. Es una gozada contemplarlo. De hecho, podría estar mirándolo todo el día,<br />

y quiero que te desinhibas y no te avergüences de tu desnudez. ¿Entendido?<br />

—Sí.

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