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50sombras 168

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esta última información. Me ha comprado ropa. Pongo los ojos en blanco de forma<br />

exagerada, sabiendo bien que no puede verme. Coche, móvil, ordenador, ropa… lo<br />

próximo: un maldito piso, y entonces ya seré una querida en toda regla.<br />

¡Jo! Mi subconsciente está en modo criticón. La ignoro y subo a mi cuarto.<br />

Porque sigo teniendo mi cuarto. ¿Por qué? Pensé que había accedido a dejarme<br />

dormir con él. Supongo que no está acostumbrado a compartir su espacio personal,<br />

claro que yo tampoco. Me consuela la idea de tener al menos un sitio donde<br />

esconderme de él.<br />

Al examinar la puerta de mi habitación, descubro que tiene cerradura pero no<br />

llave. Me digo que quizá la señora Jones tenga una copia. Le preguntaré. Abro la<br />

puerta del vestidor y vuelvo a cerrarla rápidamente. Maldita sea… se ha gastado<br />

un dineral. Me recuerda al de Kate, con toda esa ropa perfectamente alineada y<br />

colgada de las barras. En el fondo, sé que todo me va a quedar bien, pero no tengo<br />

tiempo para eso ahora: esta noche tengo que ir a arrodillarme al cuarto rojo del…<br />

dolor… o del placer, espero.<br />

Estoy en bragas, arrodillada junto a la puerta. Tengo el corazón en la boca. Madre<br />

mía, pensaba que con lo del baño habría tenido bastante. Este hombre es insaciable,<br />

o quizá todos los hombres lo sean. No lo sé, no tengo con quién compararlo. Cierro<br />

los ojos y procuro calmarme, conectar con la sumisa que hay en mi interior. Anda<br />

por ahí, en alguna parte, escondida detrás de la diosa que llevo dentro.<br />

La expectación me burbujea por las venas como un refresco efervescente. ¿Qué<br />

me irá a hacer? Respiro hondo, despacio, pero no puedo negarlo: estoy nerviosa,<br />

excitada, húmeda ya. Esto es tan… Quiero pensar que está mal, pero de algún<br />

modo sé que no es así. Para Christian está bien. Es lo que él quiere y, después de<br />

estos últimos días… después de todo lo que ha hecho, tengo que echarle valor y<br />

aceptar lo que decida que necesita, sea lo que sea.<br />

Recuerdo su mirada cuando he llegado hoy, su expresión anhelante, la forma<br />

resuelta en que se ha dirigido hacia mí, como si yo fuera un oasis en el desierto.<br />

Haría casi cualquier cosa por volver a ver esa expresión. Aprieto los muslos de<br />

placer al pensarlo, y eso me recuerda que debo separar las piernas. Lo hago.<br />

¿Cuánto me hará esperar? La espera me está matando, me mata de deseo turbio y<br />

provocador. Echo un vistazo al cuarto apenas iluminado: la cruz, la mesa, el sofá,<br />

el banco… la cama. Se ve inmensa, y está cubierta con sábanas rojas de satén. ¿Qué<br />

artilugio usará hoy?<br />

Se abre la puerta y Christian entra como una exhalación, ignorándome por<br />

completo. Agacho la cabeza enseguida, me miro las manos y separo con cuidado

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