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50sombras 168

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—Buena chica.<br />

Deja el látigo sobre la cama y me pone las manos en la cintura.<br />

—No las vas a necesitar —me susurra.<br />

Entonces me agarra las bragas y me las baja del todo. Me las saco torpemente<br />

por los pies, apoyándome en el recargado poste.<br />

—Estate quieta —me ordena, luego me besa el trasero y me da dos pellizquitos;<br />

me tenso—. Túmbate. Boca arriba —añade, dándome una palmada fuerte en el<br />

trasero que me hace respingar.<br />

Me apresuro a subirme al colchón duro y rígido y me tumbo, mirando a<br />

Christian. Noto en la piel el satén suave y frío de la sábana. Lo veo impasible, salvo<br />

por la mirada: en sus ojos brilla una emoción contenida.<br />

—Las manos por encima de la cabeza —me ordena, y le obedezco.<br />

Dios… mi cuerpo está sediento de él. Ya lo deseo.<br />

Se vuelve y, por el rabillo del ojo, lo veo dirigirse de nuevo a la cómoda y volver<br />

con el iPod y lo que parece un antifaz para dormir, similar al que usé en mi vuelo a<br />

Atlanta. Al pensarlo, me dan ganas de sonreír, pero no consigo que los labios me<br />

respondan. La impaciencia me consume. Sé que mi rostro está completamente<br />

inmóvil y que lo miro con los ojos como platos.<br />

Se sienta al borde de la cama y me enseña el iPod. Lleva conectados unos<br />

auriculares y tiene una extraña antena. Qué raro… Ceñuda, intento averiguar para<br />

qué es.<br />

—Esto transmite al equipo del cuarto lo que se reproduce en el iPod —dice,<br />

dando unos golpecitos en la pequeña antena y respondiendo así a mi pregunta no<br />

formulada—. Yo voy a oír lo mismo que tú, y tengo un mando a distancia para<br />

controlarlo.<br />

Me dedica su habitual sonrisa de «Yo sé algo que tú no» y me enseña un<br />

pequeño dispositivo plano que parece una calculadora modernísima. Se inclina<br />

sobre mí, me mete con cuidado los auriculares de botón en los oídos y deja el iPod<br />

sobre la cama por encima de mi cabeza.<br />

—Levanta la cabeza —me ordena, y lo hago inmediatamente.<br />

Despacio, me pone el antifaz, pasándome el elástico por la nuca. Ya no veo. El<br />

elástico del antifaz me sujeta los auriculares. Lo oigo levantarse de la cama, pero el<br />

sonido es apagado. Me ensordece mi propia respiración, entrecortada y errática,<br />

reflejo de mi nerviosismo. Christian me coge el brazo izquierdo, me lo estira con<br />

cuidado hasta la esquina izquierda de la cama y me abrocha la muñequera de

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