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50sombras 168

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Levanto la vista. Madre mía, es como un plano del metro.<br />

—Vamos a empezar aquí, pero quiero follarte de pie, así que terminaremos en<br />

aquella pared.<br />

Señala con la fusta la gran X de madera de la pared.<br />

—Ponte las manos por encima de la cabeza.<br />

Lo complazco inmediatamente, con la sensación de que abandono mi cuerpo y<br />

me convierto en una observadora ocasional de los acontecimientos que se<br />

desarrollan a mi alrededor. Esto es mucho más que fascinante, mucho más que<br />

erótico. Es con mucho lo más excitante y espeluznante que he hecho nunca. Me<br />

estoy poniendo en manos de un hombre hermoso que, según él mismo me ha<br />

confesado, está jodido de cincuenta mil formas. Trato de contener el momentáneo<br />

espasmo de miedo. Kate y Elliot saben que estoy aquí.<br />

Mientras me ata las muñequeras, se sitúa muy cerca. Tengo su pecho pegado a<br />

la cara. Su proximidad es deliciosa. Huele a gel corporal y a Christian, una mezcla<br />

embriagadora, y eso me vuelve a traer al presente. Quiero pasear la nariz y la<br />

lengua por ese suave tapizado de vello pectoral. Bastaría con que me inclinara<br />

hacia delante…<br />

Retrocede y me mira, con ojos entornados, lascivos, carnales, y yo me siento<br />

impotente, con las manos atadas, pero al contemplar su hermoso rostro y percibir<br />

lo mucho que me desea, noto que se me humedece la entrepierna. Camina<br />

despacio a mi alrededor.<br />

—Está fabulosa atada así, señorita Steele. Y con esa lengua viperina quieta de<br />

momento. Me gusta.<br />

De pie delante de mí, me mete los dedos por las bragas y, sin ninguna prisa, me<br />

las baja por las piernas, quitándomelas angustiosamente despacio, hasta que<br />

termina arrodillado delante de mí. Sin quitarme los ojos de encima, estruja mis<br />

bragas en su mano, se las lleva a la nariz e inhala hondo. Dios mío, ¿en serio ha<br />

hecho eso? Me sonríe perversamente y se las mete en el bolsillo de los vaqueros.<br />

Se levanta despacio, como un guepardo, me apunta al ombligo con el extremo<br />

de la fusta y va describiendo círculos, provocándome. Al contacto con el cuero, me<br />

estremezco y gimo. Vuelve a caminar a mi alrededor, arrastrando la fusta por mi<br />

cintura. En la segunda vuelta, de pronto la sacude y me azota por debajo del<br />

trasero… en el sexo. Grito de sorpresa y todas mis terminaciones nerviosas se<br />

ponen alerta. Tiro de las ataduras. La conmoción me recorre entera, y es una<br />

sensación de lo más dulce, extraña y placentera.<br />

—Calla —me susurra mientras camina a mi alrededor otra vez, con la fusta algo

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