28.01.2016 Views

50sombras 168

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

cuero. Cuando termina, me acaricia el brazo entero con sus largos dedos. ¡Oh! La<br />

caricia me produce una deliciosa sensación entre el escalofrío y las cosquillas. Lo<br />

oigo rodear la cama despacio hasta el otro lado, donde me coge el brazo derecho<br />

para atármelo. De nuevo pasea sus dedos largos por él. Madre mía, estoy a punto<br />

de estallar. ¿Por qué resulta esto tan erótico?<br />

Se desplaza a los pies de la cama y me coge ambos tobillos.<br />

—Levanta la cabeza otra vez —me ordena.<br />

Obedezco, y me arrastra de forma que los brazos me quedan completamente<br />

extendidos y casi tirantes por las muñequeras. Dios… no puedo mover los brazos.<br />

Un escalofrío de inquietud mezclado con una tentadora excitación me recorre el<br />

cuerpo entero y me pone aún más húmeda. Gruño. Separándome las piernas, me<br />

ata primero el tobillo derecho y luego el izquierdo, de modo que quedo bien sujeta,<br />

abierta de brazos y piernas, y completamente a su merced. Me desconcierta no<br />

poder verlo. Escucho con atención… ¿qué hace? No oigo nada, solo mi respiración<br />

y los fuertes latidos de mi corazón, que bombea la sangre con furia contra mis<br />

tímpanos.<br />

De pronto, el suave silbido del iPod cobra vida. Desde dentro de mi cabeza, una<br />

sola voz angelical canta sin acompañamiento una nota larga y dulce, a la que se<br />

une de inmediato otra voz y luego más —madre mía, un coro celestial—, cantando<br />

a capela un himnario antiquísimo. ¿Cómo se llama esto? Jamás he oído nada<br />

semejante. Algo casi insoportablemente suave se pasea por mi cuello, deslizándose<br />

despacio por la clavícula, por los pechos, acariciándome, irguiéndome los<br />

pezones… es suavísimo, inesperado. ¡Algo de piel! ¿Un guante de pelo?<br />

Christian pasea la mano, sin prisa y deliberadamente, por mi vientre, trazando<br />

círculos alrededor de mi ombligo, luego de cadera a cadera, y yo trato de adivinar<br />

adónde irá después, pero la música metida en mi cabeza me transporta. Sigue la<br />

línea de mi vello púbico, pasa entre mis piernas, por mis muslos; baja por uno,<br />

sube por el otro, y casi me hace cosquillas, pero no del todo. Se unen más voces al<br />

coro celestial, cada una con fragmentos distintos, fundiéndose gozosa y<br />

dulcemente en una melodía mucho más armoniosa que nada que yo haya oído<br />

antes. Pillo una palabra —«deus»— y me doy cuenta de que cantan en latín. El<br />

guante de pelo sigue bajándome por los brazos, acariciándome la cintura,<br />

subiéndome de nuevo por los pechos. Su roce me endurece los pezones y jadeo,<br />

preguntándome adónde irá su mano después. De pronto, el guante de pelo<br />

desaparece y noto que las frondas del látigo de tiras fluyen por mi piel, siguiendo<br />

el mismo camino que el guante, y me resulta muy difícil concentrarme con la<br />

música que suena en mi cabeza: es como un centenar de voces cantando, tejiendo<br />

un tapiz etéreo de oro y plata, exquisito y sedoso, que se mezcla con el tacto del

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!