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50sombras 168

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Está leyendo, sentado en el sofá. Un aria conmovedora suena en el equipo de<br />

música, flotando alrededor de Christian, envolviéndolo con sus notas, llenando la<br />

estancia de una melodía dulce y vibrante. Por un momento, parece sereno. Se<br />

vuelve cuando entramos, nos mira y me sonríe cariñoso.<br />

—¿Ya habéis terminado? —pregunta como si estuviera verdaderamente<br />

interesado.<br />

Apunta el mando hacia la elegante caja blanca bajo la chimenea que alberga su<br />

iPod y la exquisita melodía se atenúa, pero sigue sonando de fondo. Se pone de pie<br />

y se acerca despacio.<br />

—Sí, señor Grey. Cuídela; es una joven hermosa e inteligente.<br />

Christian se queda tan pasmado como yo. Qué comentario tan inapropiado para<br />

una doctora. ¿Acaso le está lanzando una advertencia no del todo sutil? Christian<br />

se recompone.<br />

—Eso me propongo —masculla él, divertido.<br />

Lo miro y me encojo de hombros, cortada.<br />

—Le enviaré la factura —dice ella muy seca mientras le estrecha la mano.<br />

Se vuelve hacia mí.<br />

—Buenos días, y buena suerte, Ana.<br />

Me sonríe mientras nos damos la mano, y se le forman unas arruguitas en torno<br />

a los ojos,<br />

Surge Taylor de la nada para conducirla por la puerta de doble hoja hasta el<br />

ascensor. ¿Cómo lo hace? ¿Dónde se esconde?<br />

—¿Cómo ha ido? —pregunta Christian.<br />

—Bien, gracias. Me ha dicho que tengo que abstenerme de practicar cualquier<br />

tipo de actividad sexual durante las cuatro próximas semanas.<br />

A Christian se le descuelga la mandíbula y yo, que ya no puedo aguantarme<br />

más, le sonrío como una boba.<br />

—¡Has picado!<br />

Entrecierra los ojos y dejo de reír de inmediato. De hecho, parece bastante<br />

enfadado. Oh, mierda. Mi subconsciente se esconde en un rincón y yo, blanca<br />

como el papel, me lo imagino tumbándome otra vez en sus rodillas.<br />

—¡Has picado! —me dice, y sonríe satisfecho. Me agarra por la cintura y me<br />

estrecha contra su cuerpo—. Es usted incorregible, señorita Steele —murmura,

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