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50sombras 168

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me tiene embrujada. Poso mi mano en la suya. Me dedica una sonrisa indolente y<br />

me atrae hacia él, pasándome la mano por la cintura.<br />

Le pongo la mano libre en el hombro y le sonrío, contagiada de su ánimo<br />

juguetón. Empieza a mecerse, y allá vamos. Uau, sí que baila bien. Recorremos el<br />

salón entero, del ventanal a la cocina y vuelta al salón, girando y cambiando de<br />

rumbo al ritmo de la música. Me resulta tan fácil seguirlo…<br />

Nos deslizamos alrededor de la mesa del comedor hasta el piano, adelante y<br />

atrás frente a la pared de cristal, con Seattle centelleando allá fuera, como el fondo<br />

oscuro y mágico de nuestro baile. No puedo controlar mi risa alegre. Cuando la<br />

canción termina, me sonríe.<br />

—No hay bruja más linda que tú —murmura, y me da un tierno beso—. Vaya,<br />

esto ha devuelto el color a sus mejillas, señorita Steele. Gracias por el baile. ¿Vamos<br />

a conocer a mis padres?<br />

—De nada, y sí, estoy impaciente por conocerlos —contesto sin aliento.<br />

—¿Tienes todo lo que necesitas?<br />

—Sí, sí —respondo con dulzura.<br />

—¿Estás segura?<br />

Asiento con todo el desenfado del que soy capaz bajo su intenso y risueño<br />

escrutinio. Se dibuja en su rostro una enorme sonrisa y niega con la cabeza.<br />

—Muy bien. Si así es como quiere jugar, señorita Steele.<br />

Me toma de la mano, coge su chaqueta, colgada de uno de los taburetes de la<br />

barra, y me conduce por el vestíbulo hasta el ascensor. Ah, las múltiples caras de<br />

Christian Grey… ¿Seré algún día capaz de entender a este hombre tan voluble?<br />

Lo miro de reojo en el ascensor. Algo le hace gracia: un esbozo de sonrisa<br />

coquetea en su preciosa boca. Temo que sea a mi costa. ¿Cómo se me ha ocurrido?<br />

Voy a ver a sus padres y no llevo ropa interior. Mi subconsciente me pone una<br />

inútil cara de «Te lo dije». En la relativa seguridad de su casa, me parecía una idea<br />

divertida, provocadora. Ahora casi estoy en la calle… ¡sin bragas! Me mira de<br />

reojo, y ahí está, la corriente creciendo entre los dos. Desaparece la expresión<br />

risueña de su rostro y su semblante se nubla, sus ojos se oscurecen… oh, Dios.<br />

Las puertas del ascensor se abren en la planta baja. Christian menea apenas la<br />

cabeza, como para librarse de sus pensamientos y, caballeroso, me cede el paso. ¿A<br />

quién quiere engañar? No es precisamente un caballero. Tiene mis bragas.<br />

Taylor se acerca en el Audi grande. Christian me abre la puerta de atrás y yo<br />

entro con toda la elegancia de la que soy capaz, teniendo presente que voy sin

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