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50sombras 168

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Echo el edredón a un lado y me dirijo sin hacer ruido al pasillo que lleva al gran<br />

salón. Christian está sentado al piano, totalmente absorto en la melodía que está<br />

tocando. Su expresión es triste y desamparada, como la música. Toca<br />

maravillosamente bien. Me apoyo en la pared y lo escucho embelesada. Es un<br />

músico extraordinario. Está desnudo, con el cuerpo bañado en la cálida luz de una<br />

lámpara solitaria junto al piano. Como el resto del salón está oscuro, parece aislado<br />

en su pequeño foco de luz, intocable… solo en una burbuja.<br />

Avanzo en silencio hacia él, atraída por la sublime y melancólica música. Estoy<br />

fascinada. Observo sus largos y hábiles dedos recorriendo y presionando<br />

suavemente las teclas, y pienso que esos mismos dedos han recorrido y acariciado<br />

con destreza mi cuerpo. Me ruborizo al pensarlo, sofoco un grito y aprieto los<br />

muslos. Christian levanta sus insondables ojos grises con expresión indescifrable.<br />

—Perdona —susurro—. No quería molestarte.<br />

Frunce ligeramente el ceño.<br />

—Está claro que soy yo el que tendría que pedirte perdón —murmura.<br />

Deja de tocar y apoya las manos en las piernas.<br />

De pronto me doy cuenta de que lleva puestos unos pantalones de pijama. Se<br />

pasa los dedos por el pelo y se levanta. Los pantalones le caen de esa manera tan<br />

sexy… Madre mía. Se me seca la boca cuando rodea tranquilamente el piano y se<br />

acerca a mí. Es ancho de hombros y estrecho de caderas, y al andar se le tensan los<br />

abdominales. Es impresionante…<br />

—Deberías estar en la cama —me riñe.<br />

—Un tema muy hermoso. ¿Bach?<br />

—La transcripción es de Bach, pero originariamente es un concierto para oboe<br />

de Alessandro Marcello.<br />

—Precioso, aunque muy triste, una melodía muy melancólica.<br />

Esboza una media sonrisa.<br />

—A la cama —me ordena—. Por la mañana estarás agotada.<br />

—Me he despertado y no estabas.<br />

—Me cuesta dormir. No estoy acostumbrado a dormir con nadie —murmura.<br />

No logro discernir cuál es su estado de ánimo. Parece algo decaído, pero es<br />

difícil asegurarlo en la oscuridad. Quizá se deba al tono del tema que estaba<br />

tocando. Me rodea con un brazo y me lleva cariñosamente a la habitación.<br />

—¿Cuándo empezaste a tocar? Tocas muy bien.

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