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50sombras 168

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vuelven a cruzarse brevemente en el retrovisor.<br />

—Sí, señora.<br />

Pulsa unos botones en el volante y los suaves acordes del Canon de Pachelbel<br />

inundan el espacio que nos separa. Oh, sí… esto es lo que me estaba haciendo falta.<br />

—Gracias.<br />

Me recuesto en el asiento mientras nos adentramos en Seattle, a un ritmo lento<br />

pero constante, por la interestatal 5.<br />

Veinticinco minutos después, me deja delante de la impresionante fachada del<br />

Escala.<br />

—Adelante, señora —dice, sujetándome la puerta—. Ahora le subo el equipaje.<br />

Su expresión es tierna, cálida, afectuosa incluso, como la de tu tío favorito.<br />

Uf… Tío Taylor, vaya idea.<br />

—Gracias por venir a recogerme.<br />

—Un placer, señorita Steele.<br />

Sonríe, y yo entro en el edificio. El portero me saluda con la cabeza y con la<br />

mano.<br />

Mientras subo a la planta treinta, siento el cosquilleo de un millar de mariposas<br />

extendiendo sus alas y revoloteando erráticamente por mi estómago. ¿Por qué<br />

estoy tan nerviosa? Sé que es porque no tengo ni idea de qué humor va a estar<br />

Christian cuando llegue. La diosa que llevo dentro confía en que tenga ganas de<br />

una cosa en concreto; mi subconsciente, como yo, está hecha un manojo de nervios.<br />

Se abren las puertas del ascensor y me encuentro en el vestíbulo. Se me hace tan<br />

raro que no me reciba Taylor. Está aparcando el coche, claro. En el salón, veo a<br />

Christian hablando en voz baja por la BlackBerry mientras contempla el perfil de<br />

Seattle por el ventanal. Lleva un traje gris con la americana desabrochada y se está<br />

pasando la mano por el pelo. Está inquieto, tenso incluso. ¿Qué pasa? Inquieto o<br />

no, sigue siendo un placer mirarlo. ¿Cómo puede resultar tan… irresistible?<br />

—Ni rastro… Vale… Sí.<br />

Se vuelve y me ve, y su actitud cambia por completo. Pasa de la tensión al alivio<br />

y luego a otra cosa: una mirada que llama directamente a la diosa que llevo dentro,<br />

una mirada de sensual carnalidad, de ardientes ojos grises.<br />

Se me seca la boca y renace el deseo en mí… uf.

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