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50sombras 168

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mano para ayudarme a bajar a la pista. En la azotea del edificio hace mucho viento<br />

y me pone nerviosa el hecho de estar en un espacio abierto a unos treinta pisos de<br />

altura. Christian me pasa el brazo por la cintura y tira de mí.<br />

—Vamos —me grita por encima del ruido del viento.<br />

Me arrastra hasta un ascensor, teclea un número en un panel, y la puerta se<br />

abre. En el ascensor, completamene revestido de espejos, hace calor. Puedo ver a<br />

Christian hasta el infinito mire hacia donde mire, y lo bonito es que también me<br />

tiene cogida hasta el infinito. Teclea otro código, las puertas se cierran y el ascensor<br />

empieza a bajar.<br />

Al momento estamos en un vestíbulo totalmente blanco. En medio hay una<br />

mesa redonda de madera oscura con un enorme ramo de flores blancas. Las<br />

paredes están llenas de cuadros. Abre una puerta doble, y el blanco se prolonga<br />

por un amplio pasillo que nos lleva hasta la entrada de una habitación inmensa. Es<br />

el salón principal, de techos altísimos. Calificarlo de «enorme» sería quedarse muy<br />

corto. La pared del fondo es de cristal y da a un balcón con magníficas vistas a la<br />

ciudad.<br />

A la derecha hay un imponente sofá en forma de U en el que podrían sentarse<br />

cómodamente diez personas. Frente a él, una chimenea ultramoderna de acero<br />

inoxidable… o a saber, quizá sea de platino. El fuego encendido llamea<br />

suavemente. A la izquierda, junto a la entrada, está la zona de la cocina. Toda<br />

blanca, con la encimera de madera oscura y una barra en la que pueden sentarse<br />

seis personas.<br />

Junto a la zona de la cocina, frente a la pared de cristal, hay una mesa de<br />

comedor rodeada de dieciséis sillas. Y en el rincón hay un enorme piano negro y<br />

resplandeciente. Claro… seguramente también toca el piano. En todas las paredes<br />

hay cuadros de todo tipo y tamaño. En realidad, el apartamento parece más una<br />

galería que una vivienda.<br />

—¿Me das la chaqueta? —me pregunta Christian.<br />

Niego con la cabeza. He cogido frío en la pista del helicóptero.<br />

—¿Quieres tomar una copa? —me pregunta.<br />

Parpadeo. ¿Después de lo que pasó ayer? ¿Está de broma o qué? Por un<br />

segundo pienso en pedirle un margarita, pero no me atrevo.<br />

—Yo tomaré una copa de vino blanco. ¿Quieres tú otra?<br />

—Sí, gracias —murmuro.<br />

Me siento incómoda en este enorme salón. Me acerco a la pared de cristal y me

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