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50sombras 168

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No rechisto, con la cara contraída de dolor. Retorciéndome, trato de esquivar los<br />

golpes, espoleada por el subidón de adrenalina que me recorre el cuerpo entero.<br />

—Estate quieta —protesta—, o tendré que azotarte más rato.<br />

Primero me frota, luego viene el golpe. Empieza a seguir un ritmo: caricia,<br />

manoseo, azote. Tengo que concentrarme para sobrellevar el dolor. Procuro no<br />

pensar en nada y digerir la desagradable sensación. No me da dos veces seguidas<br />

en el mismo sitio: está extendiendo el dolor.<br />

—¡Aaaggg! —grito al quinto azote, y caigo en la cuenta de que he ido contando<br />

mentalmente los golpes.<br />

—Solo estoy calentando.<br />

Me vuelve a dar y me acaricia con suavidad. La combinación de dolorosos<br />

azotes y suaves caricias me nubla la mente por completo. Me pega otra vez; cada<br />

vez me cuesta más aguantar. Me duele la cara de tanto contraerla. Me acaricia y me<br />

suelta otro golpe. Vuelvo a gritar.<br />

—No te oye nadie, nena, solo yo.<br />

Y me azota otra vez, y otra. Muy en el fondo, deseo rogarle que pare. Pero no lo<br />

hago. No quiero darle esa satisfacción. Prosigue con su ritmo implacable. Grito seis<br />

veces más. Dieciocho azotes en total. Me arde el cuerpo entero, me arde por su<br />

despiadada agresión.<br />

—Ya está —dice con voz ronca—. Bien hecho, Anastasia. Ahora te voy a follar.<br />

Me acaricia con suavidad el trasero, que me arde mientras me masajea en<br />

círculos y hacia abajo. De pronto me mete dos dedos, cogiéndome completamente<br />

por sorpresa. Ahogo un grito; la nueva agresión se abre paso a través de mi<br />

entumecido cerebro.<br />

—Siente esto. Mira cómo le gusta esto a tu cuerpo, Anastasia. Te tengo<br />

empapada.<br />

Hay asombro en su voz. Mueve los dedos, metiendo y sacando deprisa.<br />

Gruño y me quejo. No, seguro que no… Entonces los dedos desaparecen, y yo<br />

me quedo con las ganas.<br />

—La próxima vez te haré contar. A ver, ¿dónde está ese condón?<br />

Alarga la mano para cogerlo y luego me levanta despacio para ponerme boca<br />

abajo sobre la cama. Lo oigo bajarse la cremallera y rasgar el envoltorio del<br />

preservativo. Me baja los pantalones de chándal de un tirón y me levanta las<br />

rodillas, acariciándome despacio el trasero dolorido.

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