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50sombras 168

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Christian parecía confundido. ¿Por qué? Debo decir que, como experiencia<br />

física, ha sido muy satisfactoria. En cambio, emocionalmente… bueno, me<br />

desconcierta su reacción, y eso es tan enriquecedor emocionalmente como nutritivo<br />

el algodón de azúcar.<br />

La señora Jones sigue en la cocina.<br />

—¿Le apetece el té ahora, señorita Steele?<br />

—Me voy a duchar primero, gracias —murmuro, y me apresuro a salir de allí<br />

con el rostro aún encendido.<br />

En la ducha, trato de averiguar qué le pasa a Christian. Es la persona más<br />

complicada que conozco y no alcanzo a comprender sus estados de ánimo<br />

cambiantes. Parecía estar bien cuando he entrado en su estudio. Lo hemos hecho…<br />

y luego ya no estaba bien. No, no lo entiendo. Recurro a mi subconsciente. Me la<br />

encuentro silbando con las manos a la espalda, mirando a cualquier parte menos a<br />

mí. No tiene ni idea, y la diosa que llevo dentro sigue disfrutando de los restos de<br />

la dicha poscoital. No… ninguna de nosotras tiene ni idea.<br />

Me seco el pelo con la toalla, me lo cepillo con el único peine que tiene Christian<br />

y me lo recojo en un moño. El vestido ciruela de Kate está colgado, lavado y<br />

planchado, en el armario, junto con mi sujetador y mis bragas también limpios. La<br />

señora Jones es una maravilla. Me calzo los zapatos de Kate, me arreglo un poco el<br />

vestido, respiro hondo y vuelvo a salir del enorme dormitorio.<br />

Christian sigue sin aparecer, y la señora Jones está revisando lo que hay en la<br />

despensa.<br />

—¿Quiere ya el té, señorita Steele? —pregunta.<br />

—Por favor.<br />

Le sonrío. Me siento algo más a gusto ahora que voy vestida.<br />

—¿Le apetece comer algo?<br />

—No, gracias.<br />

—Pues claro que vas a comer algo —espeta Christian, resplandeciente—. Le<br />

gustan las tortitas con huevos y beicon, señora Jones.<br />

—Sí, señor Grey. ¿Qué va a tomar usted, señor?<br />

—Tortilla, por favor, y algo de fruta. —No me quita los ojos de encima, su<br />

expresión es indescifrable—. Siéntate —me ordena, señalando uno de los taburetes<br />

de la barra.<br />

Obedezco, y él se sienta a mi lado mientras la señora Jones prepara el desayuno.

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