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50sombras 168

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luego asciende hasta mis pechos—. Siente lo turgentes que son tus pechos.<br />

Me pone las manos de forma que me coja los pechos. Me acaricia suavemente<br />

los pezones con los pulgares, una y otra vez.<br />

Gimo con la boca entreabierta y arqueo la espalda de forma que los pechos me<br />

llenan las manos. Me pellizca los pezones con sus pulgares y los míos, tirando con<br />

delicadeza, para que se alarguen más. Observo fascinada a la criatura lasciva que<br />

se retuerce delante de mí. Oh, qué sensación tan deliciosa… Gruño y cierro los<br />

ojos, porque no quiero seguir viendo cómo se excita esa mujer libidinosa del espejo<br />

con sus propias manos, con las manos de él, acariciándome como lo haría él,<br />

sintiendo lo excitante que es. Solo siento sus manos y sus órdenes suaves y serenas.<br />

—Muy bien, nena —murmura.<br />

Me lleva las manos por los costados, desde la cintura hasta las caderas, por el<br />

vello púbico. Desliza una pierna entre las mías, separándome los pies, abriéndome,<br />

y me pasa mis manos por mi sexo, primero una mano y luego la otra, marcando un<br />

ritmo. Es tan erótico… Soy una auténtica marioneta y él es el maestro titiritero.<br />

—Mira cómo resplandeces, Anastasia —me susurra mientras me riega de besos<br />

y mordisquitos el hombro.<br />

Gimo. De pronto me suelta.<br />

—Sigue tú —me ordena, y se aparta para observarme.<br />

Me acaricio. No… Quiero que lo haga él. No es lo mismo. Estoy perdida sin él.<br />

Se saca la camisa por la cabeza y se quita rápidamente los vaqueros.<br />

—¿Prefieres que lo haga yo?<br />

Sus ojos grises abrasan los míos en el espejo.<br />

—Sí, por favor —digo.<br />

Vuelve a rodearme con los brazos, me coge las manos otra vez y continúa<br />

acariciándome el sexo, el clítoris. El vello de su pecho me raspa, su erección<br />

presiona contra mí. Hazlo ya, por favor. Me mordisquea la nuca y cierro los ojos,<br />

disfrutando de las múltiples sensaciones: el cuello, la entrepierna, su cuerpo<br />

pegado a mí. Para de pronto y me da la vuelta, me apresa con una mano ambas<br />

muñecas a la espalda y me tira de la coleta con la otra. Me acaloro al contacto con<br />

su cuerpo; él me besa apasionadamente, devorando mi boca con la suya,<br />

inmovilizándome.<br />

Su respiración es entrecortada, como la mía.<br />

—¿Cuándo te ha venido la regla, Anastasia? —me pregunta de repente,

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