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50sombras 168

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las piernas. Christian deja algo sobre la enorme cómoda que hay junto a la puerta y<br />

se acerca despacio a la cama. Me permito mirarlo un instante y casi se me para el<br />

corazón. Va descalzo, con el torso descubierto y esos vaqueros gastados con el<br />

botón superior desabrochado. Dios, está tan bueno… Mi subconsciente se abanica<br />

con desesperación y la diosa que llevo dentro se balancea y convulsiona con un<br />

primitivo ritmo carnal. La veo muy dispuesta. Me humedezco los labios<br />

instintivamente. La sangre me corre deprisa por todo el cuerpo, densa y cargada de<br />

lascivia. ¿Qué me va a hacer?<br />

Da media vuelta y se dirige tranquilamente hasta la cómoda. Abre uno de los<br />

cajones y empieza a sacar cosas y a colocarlas encima. Me pica la curiosidad, me<br />

mata, pero resisto la imperiosa necesidad de echar un vistazo. Cuando termina lo<br />

que está haciendo, se coloca delante de mí. Le veo los pies descalzos y quiero<br />

besarle hasta el último centímetro, pasarle la lengua por el empeine, chuparle cada<br />

uno de los dedos.<br />

—Estás preciosa —dice.<br />

Mantengo la cabeza agachada, consciente de que me mira fijamente y de que<br />

estoy prácticamente desnuda. Noto que el rubor se me extiende despacio por la<br />

cara. Se inclina y me coge la barbilla, obligándome a mirarlo.<br />

—Eres una mujer hermosa, Anastasia. Y eres toda mía —murmura—. Levántate<br />

—me ordena en voz baja, rebosante de prometedora sensualidad.<br />

Temblando, me pongo de pie.<br />

—Mírame —dice, y alzo la vista a sus ojos ardientes.<br />

Es su mirada de amo: fría, dura y sexy, con sombras del pecado inimaginable en<br />

una sola mirada provocadora. Se me seca la boca y sé enseguida que voy a hacer lo<br />

que me pida. Una sonrisa casi cruel se dibuja en sus labios.<br />

—No hemos firmado el contrato, Anastasia, pero ya hemos hablado de los<br />

límites. Además, te recuerdo que tenemos palabras de seguridad, ¿vale?<br />

Madre mía… ¿qué habrá planeado para que vaya a necesitar las palabras de<br />

seguridad?<br />

—¿Cuáles son? —me pregunta de manera autoritaria.<br />

Frunzo un poco el ceño al oír la pregunta y su gesto se endurece visiblemente.<br />

—¿Cuáles son las palabras de seguridad, Anastasia? —dice muy despacio.<br />

—Amarillo —musito.<br />

—¿Y? —insiste, apretando los labios.

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