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50sombras 168

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—Ha llegado el desayuno.<br />

—Va… Vale —tartamudeo arrancándome cruelmente de mi ensoñación erótica.<br />

Salgo de la ducha y cojo dos toallas. Con una me envuelvo el pelo al más puro<br />

estilo Carmen Miranda, y con la otra me seco a toda prisa obviando la placentera<br />

sensación de la toalla frotando mi piel hipersensible.<br />

Abro la bolsa. Taylor me ha comprado no solo unos vaqueros y unas Converse,<br />

sino también una camisa azul cielo, calcetines y ropa interior. Madre mía.<br />

Sujetador y bragas limpios… Aunque describirlos de manera tan mundana y<br />

utilitaria no les hace justicia. Es lencería de lujo europea, de diseño exquisito.<br />

Encaje y seda azul celeste. Uau. Me quedo impresionada y algo intimidada. Y<br />

además es exactamente de mi talla. Pues claro. Me ruborizo pensando en el rapado<br />

en una tienda de lencería comprándome estas prendas. Me pregunto a qué otras<br />

cosas se dedica en sus horas de trabajo.<br />

Me visto rápidamente. El resto de la ropa también me queda perfecta. Me seco el<br />

pelo con la toalla e intento desesperadamente controlarlo, pero, como siempre, se<br />

niega a colaborar. Mi única opción es hacerme una coleta, pero no tengo goma.<br />

Debo de tener una en el bolso, pero vete a saber dónde está. Respiro<br />

profundamente. Ha llegado el momento de enfrentarse al señor Turbador.<br />

Me alivia encontrar la habitación vacía. Busco rápidamente mi bolso, pero no<br />

está por aquí. Vuelvo a respirar hondo y voy a la sala de estar de la suite. Es<br />

enorme. Hay una lujosa zona para sentarse, llena de sofás y blandos cojines, una<br />

sofisticada mesita con una pila de grandes libros ilustrados, una zona de estudio<br />

con el último modelo de iMac y una enorme televisión de plasma en la pared.<br />

Christian está sentado a la mesa del comedor, al otro extremo de la sala, leyendo el<br />

periódico. La estancia es más o menos del tamaño de una cancha de tenis. No es<br />

que juegue al tenis, pero he ido a ver jugar a Kate varias veces. ¡Kate!<br />

—Mierda, Kate —digo con voz ronca.<br />

Christian alza los ojos hacia mí.<br />

—Sabe que estás aquí y que sigues viva. Le he mandado un mensaje a Elliot<br />

—me dice con cierta sorna.<br />

Oh, no. Recuerdo su ardiente baile de ayer, sacando partido a todos sus<br />

movimientos exclusivos para seducir al hermano de Christian Grey, nada menos.<br />

¿Qué va a pensar de que esté aquí? Nunca he pasado una noche fuera de casa. Está<br />

todavía con Elliot. Solo ha hecho algo así dos veces, y las dos me ha tocado<br />

aguantar el espantoso pijama rosa durante una semana cuando cortaron. Va a<br />

pensar que también yo me he enrollado con Christian.

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