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50sombras 168

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Pone los ojos en blanco, vuelve a cogerme de la mano y se dirige a la barra. Lo<br />

atienden inmediatamente. El señor Grey, el obseso del control, no tiene que<br />

esperar. ¿Todo le resulta tan fácil? No oigo lo que pide. Me ofrece un vaso grande<br />

de agua con hielo.<br />

—Bebe —me ordena.<br />

Los focos giran al ritmo de la música creando extrañas luces y sombras de<br />

colores por el bar y sobre los clientes. Grey pasa del verde al azul, el blanco y el<br />

rojo demoniaco. Me mira fijamente. Doy un pequeño sorbo.<br />

—Bébetela toda —me grita.<br />

Qué autoritario. Se pasa la mano por el pelo rebelde. Parece nervioso, enfadado.<br />

¿Qué le pasa aparte de que una estúpida chica borracha lo haya llamado en plena<br />

noche y haya pensado que tenía que ir a rescatarla? Y ha resultado que sí tenía que<br />

rescatarla de su excesivamente cariñoso amigo. Y luego ha tenido que ver cómo la<br />

chica se mareaba. Oh, Ana… ¿conseguirás olvidar esto algún día? Mi<br />

subconsciente chasquea la lengua y me observa por encima de sus gafas de media<br />

luna. Me tambaleo un poco, y Grey apoya la mano en mi hombro para sujetarme.<br />

Le hago caso y me bebo el vaso entero. Hace que me maree. Me quita el vaso y lo<br />

deja en la barra. Observo a través de una especie de nebulosa cómo va vestido: una<br />

ancha camisa blanca de lino, vaqueros ajustados, Converse negras y americana<br />

oscura de raya diplomática. Lleva el cuello de la camisa desabrochado, y veo<br />

asomar algunos pelos dispersos. Aun en mi aturdido estado, me parece que es<br />

guapísimo.<br />

Vuelve a cogerme de la mano y me lleva hacia la pista. Mierda. Yo no bailo. Se<br />

da cuenta de que no quiero, y bajo las luces de colores veo su sonrisa divertida y<br />

burlona. Tira fuerte de mi mano y vuelvo a caer entre sus brazos. Empieza a<br />

moverse y me arrastra en su movimiento. Vaya, sabe bailar, y no puedo creerme<br />

que esté siguiendo sus pasos. Quizá sigo el ritmo porque estoy borracha. Me<br />

aprieta contra su cuerpo… Si no me sujetara con tanta fuerza, seguro que me<br />

desplomaría a sus pies. Desde el fondo de mi mente resuena lo que suele<br />

advertirme mi madre: «Nunca te fíes de un hombre que baile bien».<br />

Atravesamos la multitud de gente que baila hasta el otro extremo de la pista y<br />

encontramos a Kate y a Elliot, el hermano de Christian. La música retumba a todo<br />

volumen fuera y dentro de mi cabeza. Oh, no. Kate está moviendo ficha. Baila<br />

sacando el culo, y eso solo lo hace cuando alguien le gusta. Cuando alguien le<br />

gusta mucho. Eso quiere decir que mañana seremos tres a la hora del desayuno.<br />

¡Kate!<br />

Christian se inclina y grita a Elliot al oído. No oigo lo que le dice. Elliot es alto,

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