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50sombras 168

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de juegos.<br />

Le abro la puerta y me miro las manos. Es la primera vez que me traigo un chico<br />

a mi casa, y creo que ha estado genial. Pero ahora me siento como un recipiente,<br />

como un vaso vacío que se llena a su antojo. Mi subconsciente mueve la cabeza.<br />

Querías correr al Heathman en busca de sexo… y te lo han traído a casa. Cruza los<br />

brazos y golpea el suelo con el pie, como preguntándose de qué me quejo.<br />

Christian se detiene junto a la puerta, me agarra de la barbilla y me obliga a<br />

mirarlo. Arruga la frente.<br />

—¿Estás bien? —me pregunta acariciándome la barbilla con el pulgar.<br />

—Sí —le contesto, aunque la verdad es que no estoy tan segura.<br />

Siento un cambio de paradigma. Sé que si acepto, me hará daño. Él no puede, no<br />

le interesa o no quiere ofrecerme nada más… pero yo quiero más. Mucho más. El<br />

ataque de celos que he sentido hace un momento me dice que mis sentimientos por<br />

él son más profundos de lo que me he reconocido a mí misma.<br />

—Nos vemos el miércoles —me dice.<br />

Se inclina y me besa con ternura. Pero mientras está besándome, algo cambia.<br />

Sus labios me presionan imperiosamente. Sube una mano desde la barbilla hasta<br />

un lado de la cara, y con la otra me sujeta la otra mejilla. Su respiración se acelera.<br />

Se inclina hacia mí y me besa más profundamente. Le cojo de los brazos. Quiero<br />

deslizar las manos por su pelo, pero me resisto porque sé que no le gustaría. Pega<br />

su frente a la mía con los ojos cerrados.<br />

—Anastasia —susurra con voz quebrada—, ¿qué estás haciendo conmigo?<br />

—Lo mismo podría decirte yo —le susurro a mi vez.<br />

Respira hondo, me besa en la frente y se marcha. Avanza con paso decidido<br />

hacia el coche pasándose la mano por el pelo. Mientras abre la puerta, levanta la<br />

mirada y me lanza una sonrisa arrebatadora. Totalmente deslumbrada, le devuelvo<br />

una leve sonrisa y vuelvo a pensar en Ícaro acercándose demasiado al sol. Cierro la<br />

puerta de la calle mientras se mete en su coche deportivo. Siento una irresistible<br />

necesidad de llorar. Una triste y solitaria melancolía me oprime el corazón. Vuelvo<br />

a mi habitación, cierro la puerta y me apoyo en ella intentando racionalizar mis<br />

sentimientos, pero no puedo. Me dejo caer al suelo, me cubro la cara con las manos<br />

y empiezan a saltárseme las lágrimas.<br />

Kate llama a la puerta suavemente.<br />

—¿Ana? —susurra.<br />

Abro la puerta. Me mira y me abraza.

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