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50sombras 168

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público se sienta y cesan los aplausos.<br />

—¡Mira a aquel tipo! —cuchichea entusiasmada una de las chicas sentadas a mi<br />

lado.<br />

—¡Está buenísimo! —le contesta la otra.<br />

Me pongo tensa. Estoy segura de que no hablan del profesor Collins.<br />

—Tiene que ser Christian Grey.<br />

—¿Está libre?<br />

Se me ponen los pelos de punta.<br />

—Creo que no —murmuro.<br />

—Oh —exclaman las chicas mirándome sorprendidas.<br />

—Creo que es gay —mascullo.<br />

—Qué lástima —se lamenta una de las chicas.<br />

Mientras el rector se levanta y da comienzo al acto con su discurso, veo que<br />

Christian recorre disimuladamente la sala con la mirada. Me hundo en mi asiento y<br />

encojo los hombros para que no me vea. Fracaso estrepitosamente, porque un<br />

segundo después sus ojos encuentran los míos. Me mira con rostro impasible,<br />

totalmente inescrutable. Me remuevo incómoda en mi asiento, hipnotizada por su<br />

mirada, y me ruborizo ligeramente. De pronto recuerdo mi sueño de esta mañana<br />

y se me contraen los músculos del vientre. Respiro hondo. Sus labios esbozan una<br />

leve y efímera sonrisa. Cierra un instante los ojos y al abrirlos recupera su<br />

expresión indiferente. Lanza una rápida mirada al rector y luego fija la vista al<br />

frente, en el emblema de la universidad colgado en la entrada. No vuelve a dirigir<br />

sus ojos hacia mí. El rector continúa con su monótono discurso, y Christian sigue<br />

sin mirarme. Mira fijamente hacia delante.<br />

¿Por qué no me mira? ¿Habrá cambiado de idea? Me inunda una oleada de<br />

inquietud. Quizá el hecho de que me marchara anoche fue el final también para él.<br />

Se ha aburrido de esperar a que me decida. Oh, no, quizá lo he fastidiado todo.<br />

Recuerdo su e-mail de anoche. Quizá esté enfadado porque no le he contestado.<br />

De pronto la señorita Katherine Kavanagh avanza por el estrado y la sala<br />

irrumpe en aplausos. El rector se sienta y Kate se echa la bonita melena hacia atrás<br />

y coloca sus papeles en el atril. Se toma su tiempo y no se siente intimidada por el<br />

millar de personas que están mirándola. Cuando está lista, sonríe, levanta la<br />

mirada hacia la multitud fascinada y empieza su discurso con elocuencia. Está<br />

tranquila y se muestra divertida. Las chicas sentadas a mi lado se ríen a carcajadas<br />

con su primera broma. Oh, Katherine Kavanagh, tú si que sabes pronunciar un

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