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50sombras 168

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mí. No, la diosa que llevo dentro me mira ceñuda, demasiado hermoso para mí,<br />

no. En cierto modo, es mío… de momento. La idea me produce un escalofrío y<br />

disipa mi irracional inseguridad.<br />

Sigue hablando, sin dejar de mirarme.<br />

—Cancela toda mi agenda de esta mañana, pero que me llame Bill. Estaré allí a<br />

las dos. Tengo que hablar con Marco esta tarde, eso me llevará al menos media<br />

hora. Ponme a Barney y a su equipo después de Marco, o quizá mañana, y<br />

búscame un hueco para quedar con Claude todos los días de esta semana. Dile que<br />

espere. Ah. No, no quiero publicidad para Darfur. Dile a Sam que se encargue él de<br />

eso. No. ¿Qué evento? ¿El sábado que viene? Espera.<br />

»¿Cuándo vuelves de Georgia? —me pregunta.<br />

—El viernes.<br />

Retoma la conversación telefónica.<br />

—Necesitaré una entrada más, porque voy acompañado. Sí, Andrea, eso es lo<br />

que he dicho, acompañado, la señorita Anastasia Steele vendrá conmigo. Eso es<br />

todo. —Cuelga—. Buenos días, señorita Steele.<br />

—Señor Grey —sonrío tímidamente.<br />

Rodea el escritorio con su habitual elegancia y se sitúa delante de mí. Me<br />

acaricia suavemente la mejilla con el dorso de los dedos.<br />

—No quería despertarte, se te veía tan serena. ¿Has dormido bien?<br />

—He descansado, gracias. Solo he venido a saludar antes de darme una ducha.<br />

Lo miro, me embebo de él. Se inclina y me besa con suavidad, y no puedo<br />

controlarme. Me cuelgo de su cuello y mis dedos se enredan en su pelo aún<br />

húmedo. Con el cuerpo pegado al suyo, le devuelvo el beso. Lo deseo. Mi ataque lo<br />

toma por sorpresa, pero, tras un instante, responde con un grave gruñido gutural.<br />

Desliza las manos por mi pelo y desciende por la espalda para agarrarme el trasero<br />

desnudo, explorándome la boca con la lengua. Se aparta, con los ojos<br />

entrecerrados.<br />

—Vaya, parece que el descanso te ha sentado bien —murmura—. Te sugiero<br />

que vayas a ducharte, ¿o te echo un polvo ahora mismo encima de mi escritorio?<br />

—Prefiero lo del escritorio —le susurro temeraria mientras el deseo invade mi<br />

organismo como la adrenalina, despertándolo todo a su paso.<br />

Me mira perplejo un milisegundo.<br />

—Esto le gusta de verdad, ¿no, señorita Steele? Te estás volviendo insaciable

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