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—Quiero que me ayudes, Arsenio. Por los viejos<br />
buenos tiempos.<br />
<strong>La</strong>nder sonrió, la nostalgia en los ojos. <strong>La</strong> imagen<br />
<strong>del</strong> fracaso. Al menos, Smith no se había hecho<br />
nunca ilusiones de sí mismo. En cambio él, segundo<br />
de su promoción, becado en Panamá, hasta el día en<br />
que se le fue la mano con aquel recluta. Se extravió<br />
en el recuerdo de la cara <strong>del</strong> hombre, el sudor frío<br />
que le corría por la frente. El llanto: gemía como un<br />
condenado a muerte: eso era.<br />
—Sería demasiado fácil que tu hombre fuera el<br />
Jefe de Intendencia que dirigió por el ejército las<br />
negociaciones con Carvallo, un Coronel de hoja intachable:<br />
Leonidas Rangel.<br />
Smith ocultó cualquier gesto, la máscara de tótem,<br />
una pantera que acecha a la presa a la orilla <strong>del</strong><br />
río.<br />
—Y a este Rangel, ¿le gusta la carne joven?<br />
—Estaba arrechísimo con Carvallo, las comisiones,<br />
tú sabes.<br />
— ¿Pero le gusta la carne joven? —repitió Smith<br />
dispuesto a mantener la pregunta hasta fin de sus<br />
días.<br />
—Tanto como a ti o a mí, pero distinto – y volvió<br />
a sonreír su desprecio por el mundo.<br />
—No me digas que su hoja intachable…<br />
—Exacto. Es un maricón que se viste de luces a<br />
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