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adivinaba el reproche ¿pagaste el condominio? Esto<br />
nunca me había ocurrido: ¿se había convertido ese<br />
goldfish costroso en mi contrincante?, y si así fuera,<br />
¿cómo enfrentar su silencio indolente, cómo penetrar<br />
en su enigmática conducta? ¿Celos? ¿Celos de<br />
un pez? ¿Lo hablo con Martha? ¿Qué?<br />
III<br />
No conozco Nueva York. Lo conozco y no lo conozco.<br />
Lo conozco porque la situación con Martha<br />
se iba haciendo insoportable. Un día me le planté<br />
llorando y le pregunté si ya no me quería. Ella me<br />
abrazó, acarició mi cabeza mientras susurraba cosas<br />
bonitas, permitió, después de unas semanas de blindaje,<br />
que me la cogiera, es decir, abrió las piernas<br />
con la cualidad de un valium de cinco miligramos,<br />
mientras me movía dentro de ella miraba detrás de<br />
mí, cuando me estaba viniendo me tomó el rostro<br />
con las dos manos abiertas y se quedó escudriñándome<br />
un rato, como si se preguntara qué cosa era ese<br />
peso muerto que en ese momento jadeaba y arrojaba<br />
unos chorritos de leche en su vagina. Como el<br />
llanto había funcionado, seguí llorándole a Martha.<br />
Casi todos los días. Llanto, insomnio, amenazas de<br />
suicidio: terminó llevándome a su psicoterapeuta,<br />
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