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aquí después de tantas guerras y tanto aguantarle<br />
vainas al lambiscón de Santander. <strong>La</strong> rutina de los<br />
Metros incluía meterse unas arepotas fritas rellenas<br />
de supuesto jamón y queso blanco que vendían en<br />
un puestico al lado de la Plaza <strong>La</strong>s Tres Gracias,<br />
medio litro de leche y un cafecito, antes de que iniciaran<br />
los combates. Los Capus, atentos a la rutina<br />
alimentaria de Los Metros, los madrugaron y metieron<br />
para nuestra amada Tierra de Nadie nueve<br />
autobuses con conductores y pasajeros incluidos, un<br />
camión de Zapatos Santa Ninfa que quemaron allí<br />
mismo, al lado de la Biblioteca Central, vaina muy<br />
curiosa que con tantos camiones quemados en ese<br />
punto ni uno solo de los libros de la Biblioteca agarró<br />
llama nunca, y se dedicaron a iniciar un purificador<br />
incendio en la sede de Toyota que quedaba al<br />
frente de la Facultad de Ciencias. Aún con la boca<br />
llena, Los Metros se vinieron con todo, lacrimógenas<br />
y rifles de perdigones, estos también aderezados<br />
con metras y tuercas, y avanzaron como si adentro<br />
estuvieran el Chacal y el Che Guevara resucitado.<br />
<strong>La</strong>crimógenas, perdigones a quemarropa y peinilla<br />
por ese culo, un dos tres, conformaban el menú <strong>del</strong><br />
día y, otra vez, Andrés, se volvieron a cagar en la<br />
autonomía universitaria.<br />
No me acuerdo si fue Ratael, o la Albina de Geo-<br />
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