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Se le ocurrían unas cosas: y que sacarse el pasaporte.<br />
Ni idea de por qué. Le hacía sentirse persona<br />
mayor, como la primera que vez que fue al cine sola,<br />
o la vez que le entregaron el sobre con la primera<br />
paga en la fábrica, o la tarde que Pablo intentó bajarle<br />
el blúmer (empapada, hirviendo estaba) y ella<br />
sacó una fuerza líquida de los pulmones para susurrarle<br />
no, Pablo, no, Pablo, para, Pablo, en la oreja.<br />
Se montó en una camionetica repleta, pagó el<br />
pasaje y limitó con los codos a un viejo lagañoso<br />
que intentó recostársele durante todo el viaje. En la<br />
camioneta todo el mundo parecía como dentro de<br />
una burbuja, los rostros sudados, las mujeres con las<br />
carteras apretadas contra el cuerpo, un hombre pálido<br />
sentado al fondo miraba por la ventanilla con<br />
los ojos muy abiertos. Le encantaba esa canción,<br />
había comprado el cd con el aguinaldo, la tarareaba<br />
echándole unas miradas asesinas al viejo. Un niño<br />
de cabeza inmensa jugaba con saliva, le hacía gorgoritos<br />
hasta que la mamá se dio cuenta y le soltó<br />
un bofetón que le dejó la oreja roja. El niño se sobó<br />
la oreja y aguantó las lágrimas. Cuando <strong>La</strong>ura se<br />
bajó de la camioneta, intentó hacerle un gesto en la<br />
cabeza que impidió el conductor al arrancar bruscamente.<br />
«Cabrón», dijo en voz baja.<br />
El edificio de Extranjería parecía una cucaracha<br />
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