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como él, recostado sobre un muro, la mirada atenta<br />
tras los lentes de carey. El Pecas había decidido tirar<br />
la parada cuando lo abordaron en la universidad.<br />
Execrado de la organización, acusado de soplón y<br />
varias desviaciones más, era un leproso al que nadie<br />
acompañaba en las mesas de los cafetines. Pero ya<br />
verían, reagrupamiento de las guerrillas le dijeron.<br />
Frente en tres polos <strong>del</strong> país, él en Occidente, les<br />
vamos a meter un cohete en el culo a todos esos<br />
revolucionarios enconchados en el Este de Caracas<br />
y de mitin en la Universidad Central. Elisa vestida<br />
de blanco en el apartamento de la playa de sus padres,<br />
el pelo húmedo y el bronceado que borraba<br />
sus ojeras, Elisa de cejas y mirada luminosa cuando<br />
el Pecas despertaba gritando cada noche, que lo<br />
arrulla, lo besa, besa sus ojos, besa su pecho agitado,<br />
le sopla quedo su amor, la caricia que lo obliga a un<br />
sueño tranquilo.<br />
—Subimos en la madrugada, Carlos. Hotel Terepaima,<br />
ya pagué el cuarto.<br />
—¿Cuántos vamos a ser?<br />
— Mejor si no preguntas —y salió <strong>del</strong> bar con<br />
andar encorvado de revolucionario nuevo.<br />
Pecas durmió mal esa noche. Soñó que estaba<br />
en una litera en la casa de su tío en Tucacas, tenía<br />
calor y sed, la boca seca, el sonido <strong>del</strong> mar como si<br />
algo quisiera decirle, abría los ojos y cientos, miles<br />
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