La historia del diseño industrial reconsiderada
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aquello que por tradición no asociamos con plaquetas electrónicas y microprocesadores: todo<br />
son sillas, paredes, billeteras, mochilas, ropa, zapatos, libros, cepillos, utensilios de cocina,<br />
llaves, puertas, bibliotecas, bicicletas, cascos, packaging, etc. Ese estado de los productos y<br />
los espacios arquitectónicos en concordancia con su interconexión definen el concepto de<br />
computación ubicua.<br />
Así, nuestro medio ambiente contará con información sobre nosotros, sobre el exterior y el<br />
interior y podrá actuar en consecuencia: haciendo recomendaciones, trabajando por nosotros,<br />
alertándonos, economizando recursos, etc., sin ningún tipo de interferencia o laguna que imposibilite<br />
la comunicación entre nosotros y la red ubicua. <strong>La</strong>s posibilidades al momento que Weiser<br />
dio a conocer sus ideas parecían infinitas, así como las dificultades sociales que implicaría<br />
dicho cambio, por lo que más que un potencial escenario real parecía ciencia ficción. Sin embargo,<br />
en el siglo de los dispositivos móviles y la nube, de la domótica y la robótica doméstica,<br />
de la ropa inteligente, la nanotecnología y los sistemas de localización globales, ¿quién podría<br />
negar que el desarrollo tecnológico y científico haya seguido la línea vislumbrada por Weiser, e<br />
incluso, quién podría decir que no está cambiando nuestra vida?<br />
Años después de la publicación de Weiser, Genevieve Bell y Paul Dourish (2006) presentaron<br />
una posición crítica <strong>del</strong> concepto original de la ubicomp. <strong>La</strong> visión de Weiser fue de gran<br />
influencia para una enorme cantidad de investigadores de las ciencias de la computación que<br />
adoptaron un programa de investigación y una retórica coherente con dicha publicación, pensando<br />
en la computación ubicua como un futuro tecnológico. Según Bell y Dourish, este programa<br />
y esa retórica se mantuvieron por demasiado tiempo en pie y es necesario cambiar de<br />
perspectiva. Más allá de la diferencia temporal entre una y otra publicación, los autores cuestionan<br />
la actualidad <strong>del</strong> enfoque de Weiser porque la metodología y los objetivos de muchos de<br />
los trabajos de investigación contemporáneos todavía persiguen las mismas metas. Además,<br />
señalan que la perspectiva que tenía Weiser sobre la computación ubicua no es sólo obsoleta,<br />
sino también muy estadounidense.<br />
Dourish y Bell presentan su posición con tres argumentos principales encadenados entre sí.<br />
El primero es contraponerse a la idea de una computación ubicua como futuro próximo. El peligro<br />
radica en que, así entendida, coloca a sus propios logros fuera de alcance, cegando simultáneamente<br />
las prácticas actuales. Prácticas que, justamente, enmarcan el segundo argumento:<br />
ambos creen que la Ubicomp no es un futuro próximo, cómo parece serlo para muchos investigadores<br />
que consideran vigente a Weiser; sino todo lo contrario: piensan que es ya una<br />
realidad. Opinan que muchos siguen considerándolo como un futuro próximo porque todavía la<br />
utópica idea de invisibilidad no se ha logrado. Sin embargo Bell y Dourish entienden que la<br />
computación ubicua está entre nosotros, pero no de la manera que Weiser imaginó. <strong>La</strong> justificación<br />
de esta hipótesis se basa en dos claros casos de estudio que documentan detalladamente:<br />
Singapur y Corea. En ambos es evidente como la Ubicomp es algo alcanzado hace un<br />
tiempo 118 y son representantes de cómo la tecnología ha seguido un crecimiento proporcional<br />
118<br />
Singapur es una isla <strong>del</strong> sudeste asiático, ex colonia británica, que enmarcada por una robusta economía se propuso<br />
crear una infraestructura a lo largo y ancho de todo el país que posibilite conectar toda casa, escuela y oficina a<br />
una red nacional de información. En el año 1992, lanzó IT2000 Masterplan con el objetivo de construir una “isla inteligente”.<br />
Hacia el año 2004 el 92% de la población poseía un teléfono celular, el 73% de las casas poseía una computadora<br />
y el 65% de ellas tenía conexión a internet. Además poseía cientos de puntos de acceso inalámbricos (WiFi)<br />
que daban cobertura sobre un poco más de un cuarto <strong>del</strong> territorio total <strong>del</strong> país. Lo que permite esta increíble infraestructura<br />
es una comunicación enormemente efectiva y práctica para los ciudadanos con aplicaciones que solo están<br />
limitadas por la creatividad. Por ejemplo, durante el brote de SARS en 2003, sobre el cual la OMS emitió alerta<br />
mundial, el gobierno singapurense utilizó las redes de internet y los celulares para distribuir información crítica sobre<br />
la epidemia. Por otro lado, el uso de las redes celulares está tan profundamente instaurado en la cotidianeidad que,<br />
por ejemplo, como la mayoría de los espacios públicos poseen un código, una persona puede enviarlo por SMS a<br />
una empresa de taxis y ésta le envía un auto a dónde uno esté. En 1998, la Autoridad de Transporte Terrestre (ATT)<br />
de Singapur implementó un sistema electrónico de fijación de precios y cobro de peajes usando unidades de identifi-<br />
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