La historia del diseño industrial reconsiderada
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funcional a la visión de Weiser, pero que se ha deformado acorde a idiosincrasias y limitaciones<br />
tanto culturales como tecnológicas <strong>del</strong> contexto. Si bien no se alcanzó la utopía se han ido instaurando<br />
sus conceptos en forma introductoria al mundo futuro.<br />
Origen filosófico: la inmaterialidad<br />
<strong>La</strong> disminución y transformación de mundo objetual en manos de la microelectrónica y las<br />
tecnologías de la computación no pasó desapercibida a la mirada de artistas y pensadores. <strong>La</strong><br />
idea de la inmaterialidad como tal se manifiesta a partir de la exposición “Los inmateriales” de<br />
Jean-François Lyotard en el Centro Pompidou en 1985. Su intención era confrontar la noción<br />
moderna y mecanicista de la realidad con la de su presente, que veía totalmente desmaterializada.<br />
“Lyotard escogió la noción de inmaterial por dos motivos: por un lado el mo<strong>del</strong>o lingüístico<br />
sustituye al mo<strong>del</strong>o material; por otro lado lo ‘extremadamente pequeño’ sobrepasa la frontera<br />
<strong>del</strong> entendimiento humano.” (Bürdek, 1994: 311). Para el filósofo francés la realidad había<br />
perdido su materialidad dado que sólo se presentaba como información intangible. Esa información<br />
consiste de un nuevo lenguaje (Agui: H., et al., 2010: 80), que permite codificar audio,<br />
video, imágenes y video, convertirlos en elementos binarios y “constituir productos digitales”.<br />
Los productos intervenidos por la microelectrónica y la informática hoy por hoy son los que<br />
entran dentro <strong>del</strong> campo de acción de la computación ubicua. Su característica principal es la<br />
de tener incorporado algún tipo de microprocesador que le permite correr un programa determinado<br />
y específico para dicho objeto o bien un sistema operativo que posibilita que dentro <strong>del</strong><br />
mismo corran diversos programas. Esta capacidad convierte al producto en un “objeto pensante”<br />
(Bürdek, 1994: 301) y en esta conversión se plasma el concepto más profundo de la inmaterialidad,<br />
dado que no es solo una desmaterialización física de los objetos sino que estos tienen<br />
propiedades intangibles de carácter humano. Esas propiedades intelectuales análogas a la<br />
mente humana (también observadas por Lyotard) se organizan siguiendo pautas lógicas específicas<br />
en un programa o software; y el programa, como los procesos mentales <strong>del</strong> hombre, son<br />
imperceptibles. En palabras de Bürdek:<br />
El servicio real que prestan los productos es cada vez más inmaterial, es software.<br />
El manejo de los productos resultaba evidente en la era de la mecánica y de<br />
la electricidad. <strong>La</strong> ergonomía establecía las dimensiones, y la forma nacía de la<br />
visualización de la función. Este conocimiento ha ido perdiendo relevancia con la<br />
introducción de la microelectrónica en muchos sectores <strong>del</strong> producto, ya que la<br />
verdadera “ forma de trabajar ” de un producto se ha vuelto invisible. (1994: 313)<br />
<strong>La</strong> asociación <strong>del</strong> microprocesador con la naturaleza <strong>del</strong> intelecto humano constituye una<br />
humanización <strong>del</strong> objeto, donde al parecer la cosa ahora tiene cuerpo y mente: el cuerpo<br />
como porción tangible <strong>del</strong> todo y la mente dentro <strong>del</strong> cerebro, en el chip o microprocesador.<br />
Esto funda una especie de dualidad <strong>del</strong> objeto pensante que esconde la clásica distinción<br />
cación de vehículo, sistemas de onda corta de radio, tarjetas inteligentes, puntos de cobreo distribuidos y un centro<br />
de datos centralizado. Mediante este conjunto de dispositivos y tecnologías la ATT advertía al conductor que si atravesaba<br />
o ingresaba en cierta área geográfica de la ciudad se le descontaría automáticamente de su tarjeta inteligente<br />
el peaje correspondiente a esa zona. De esta forma el conductor podía decidir si ingresar, por ejemplo, al distrito central<br />
de negocios durante la semana, cuándo el peaje es más caro o si simplemente rodearlo para evitar el gasto<br />
(Bell, G. y Dourish, P., 2006).<br />
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