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La historia del diseño industrial reconsiderada

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dísticas sobre el consumo de café de los usuarios. No era una máquina pública, sino que<br />

pertenecía a la sala y cada usuario tenía taza propia, como podría suceder en una oficina o<br />

en una casa. Lo interesante no fue la información que recopiló, sino lo que decidió hacer<br />

luego: colocó identificadores electrónicos a cada taza. De esta forma la cafetera podía reconocer<br />

las tazas de cada individuo y cada vez que uno se aproximaba a la cafetera, esta sabía<br />

–gracias a los datos recopilados con anterioridad– qué café ofrecer a cada usuario. Gershenfeld<br />

señala que si bien estos pasos no son revolucionarios si los son sus implicancias<br />

porque el usuario “[…] obtiene lo que desea –una taza de café– sin tener que atender a los<br />

detalles. <strong>La</strong>s máquinas se comunican entre sí para que nosotros no tengamos que hacerlo”<br />

(2000: 23). Es aquí donde esta comunicación informática establece un vínculo entre dos objetos<br />

que, si bien están inherentemente relacionados, no se diseñan en conjunto. Al mismo<br />

tiempo induce un cambio en el comportamiento <strong>del</strong> usuario, ya que éste no debe preocuparse<br />

por una de las interacciones habituales <strong>del</strong> uso <strong>del</strong> producto, por lo menos hasta después<br />

de que quede registrado su comportamiento. Es evidente cómo la disposición de una nueva<br />

relación entre estos dispositivos cambia las reglas de juego.<br />

Existen múltiples formas de ver cómo estos objetos podrían diseñarse en el futuro. Aventurémonos<br />

en una: si por ejemplo la cafetera tuviese un código abierto y aceptara que cualquier<br />

tipo de taza se comunique con ella, esta última podría seguir proyectándose de forma independiente.<br />

Lo que seguramente cambie es la interfaz con el usuario por haber nuevos mensajes<br />

que comunicar, al mismo tiempo que, una vez que el objeto nos conoce, no quedaría nada por<br />

comunicar (supuestamente el objeto sabrá qué queremos y en caso contrario solo tenemos que<br />

indicárselo). En cuanto a las tazas, es posible imaginarlas como un objeto neutro, sin identidad<br />

y a ser personalizadas por el usuario. Quizás la taza pueda almacenar múltiples perfiles y lo<br />

único que cada persona deba hacer es identificarse ante ella. También es absolutamente válido<br />

pensar que las tazas y la cafetera van a estar íntimamente asociadas. En ese caso, durante el<br />

proyecto de <strong>diseño</strong>, sería viable pensar en una familia de productos. Independientemente de si<br />

alguna de estas suposiciones se cumple, lo seguro es que cualquiera de ellas afecta directamente<br />

la relación <strong>del</strong> hombre con el objeto y, en consecuencia, al <strong>diseño</strong>.<br />

Lo planteado hasta aquí metodológicamente no parece un gran desafío, incluso podría<br />

verse como algo que parece más bien simple: relacionar morfológicamente dos objetos que<br />

el lazo que los une ahora ha dado una vuelta más para reforzar su vínculo. Lo cierto es que<br />

no es tan sencillo, hay nuevas variables a tener en cuenta. Por ejemplo, técnicamente si la<br />

taza va a incorporar tecnología de este tipo esto significa que algún espacio de su volumetría<br />

va a estar destinado a alojar un procesador y un circuito electrónico. Como diseñadores <strong>industrial</strong>es<br />

no estamos preparados para saber que dimensión puede tener un plaqueta diseñada<br />

con tales fines, por lo que el problema invita a un trabajo interdisciplinario. A priori es<br />

fácil conjeturar que podría caber con facilidad en el plato de la taza: pero no todas las tazas<br />

tienen plato; y lo que es más importante aún y tiene que ver con nuestro comportamiento,<br />

aunque todas las tazas <strong>del</strong> mundo por norma deban producirse y comercializarse con un<br />

plato, ¿quién se encamina a buscar un café a la máquina y lleva consigo el plato y la taza?<br />

Pero confiemos en la microelectrónica porque es realmente asombrosa e imaginemos que<br />

requiere de muy poco espacio. De hecho, un sistema de identificación a distancia conocido<br />

hace tiempo es el RFID el cual consiste en “[…] unos diminutos procesadores, lo bastante<br />

pequeños como para tragárselos, alimentados por un campo externo que también puede<br />

intercambiar datos con ellos.” (Gershenfeld, 2000: 180).<br />

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