EDUCACION - bibliotecas morelos
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OCTAVI FULLAT<br />
Conocer cosas<br />
Figura 2.1. - Formas de saber.<br />
cosas es el modo de decirles amén, es el sometimiento.. No es ésta la manera<br />
como el ser humano se halla incrustado en su contorno; el hombre no es<br />
tan pasivo; discierne y construye su mundo, inundo mental y mundo material.<br />
Está lo que nos rodea, y está la hermenéutica que fabricamos en torno<br />
a nuestra circunstancia.<br />
El hombre se maravilla y asombra ante concretas cosas y entonces engendra<br />
saberes aunque sólo sea para escapar al desamparo de no saber a<br />
qué atenerse en aquella coyuntura. Producirá mitos o ciencia -poco importa<br />
ahora-, pero se las arreglará para no descubrirse desnudo de seguridades<br />
¿Qué es saber?; muchos, sin duda, responderían desde una conciencia<br />
ingenua o pre-critica que saber -que yo sepa algo- consiste en enterarme<br />
de este algo. Da la impresión, así, al primer vistazo, que en el proceso de<br />
saber hay alguien que sabe y algo sabido. En pocas palabras que, al saber,<br />
nos ponemos en contacto con las cosas. Decir resé que llueve» sería unir de<br />
alguna forma el yo de quien así habla con la lluvia exterior . No son tan simples<br />
estas cosas, sin embargo, por poco que se reflexione en ellas, y esto<br />
aun tratándose de saberes logrados con los sentidos.<br />
Al saber, ¿conocemos las cosas tal como ellas son en su puridad?; nos<br />
inclinaríamos por creer que no. A fin de cuentas -y limitándonos de momento<br />
a los conocimientos sensoriales-, de la cosa en cuestión -la lluvia,<br />
por ejemplo- sólo sabemos valiéndonos de la piel, de la vista, del oído, del<br />
olfato y, si se nos apura, del gusto. Quien anda mal del olfato o del gusto,<br />
o quien carece de vista o de oído normales, sabe mucho menos acerca de<br />
la lluvia. Una pblga, por ejemplo, sabe muy distintamente qué sea la lluvia<br />
ele como lo sabe un perro y de cómo lo sabe un ser humano. Como mínimo,<br />
las sensaciones no juegan igual en cada caso. La prudencia más elemental<br />
aconseja hablar no de conocimiento de las cosas -su substancia, o ousia<br />
en griego- sino tan sólo de conocimiento de los «fenómenos-de-las-cosas,.<br />
En griego pliainónienon significó aparición, aquello que salta a la vista, lo<br />
que se nos mete por los sentidos. La cosa -si la hay- parece que tiene que<br />
-cr siempre la misma -pensemos en la cosa «lluvia»-. Pero, de ella, sólo<br />
'Ahemus según la organización de nuestros sentidos. Un ciego conoce la llui;r<br />
distintamente a como la sabe un individuo normal. Lo único indiscuti-<br />
creencias sobre<br />
las cosas<br />
FILOSOFfAS DE LA <strong>EDUCACION</strong><br />
verdad<br />
error<br />
fenómenos de<br />
las cosas<br />
cosas<br />
> Figura 2.2 . - Situación de nuestro conocimiento con resp --o<br />
las cosas.<br />
ble, pues, resulta ser que, de la lluvia, sólo conocemos sus fenómenos<br />
tensidad, humedad, frío, color.<br />
Por otra parte, ¿soy yo realmente quien conoce los «fenómenos -<br />
de-lis-cosas?; no resulta tan evidente. Dejando ahora de lado qué sea rri yo; :o<br />
incuestionable es que lo enfrentado con los fenómenos son mis c-eenc-s<br />
-creencias astronómicas, políticas, biológicas, religiosas , físicas, corales,<br />
psicológicas, estéticas. Andamos poblados de creencias; éstas nos tienm.<br />
Al querer conocer, miramos si nuestras- creencias concuerdan o, por el cmtrario,<br />
se hallan en discordancia con los fenómenos de las cosas.<br />
Si nuestras creencias y los fenómenos se abrazan, hablamos entona<br />
de verdad. En caso contrario, es decir, si constatamos divergencia mitre :o<br />
que creemos y lo que vemos, acostumbramos entonces a hablar de erro.<br />
Al llegar a la existencia no sólo nos hallamos con fenómenos de las casas,<br />
mas también recibimos creencias acerca de las mismas. Nuestros anpasados<br />
nos han interpretado el mundo, y las instituciones sociales -faniha,<br />
escuela...- nos comunican tales interpretaciones. Creencias hay que san<br />
propias de cada quien; otras en cambio son colectivas - familiares. classtas,<br />
nacionales, planetarias ... Todo funciona en nuestras biografías a lis<br />
mil maravillas hasta que llega el día en que las creencias -que nos tenim<br />
y sostenían- se vuelven problemáticas, despertándose en nuestro interbr<br />
la duda. Unas creencias luchan con otras creencias forzándonos a decidí-.<br />
Lo intolerable es andar comidos por creencias contradictorias. No interen<br />
en este instante plantear la cuestión de por qué mudamos de creencias. El<br />
dato, sin embargo, es que hay mudanza, transtorno , cambio. Hay bistorr<br />
de las creencias. Dicha historia arrastra consigo, a partir del anterior e=<br />
quema, una historia de las verdades y de los errores; una historia de a<br />
cultura.<br />
La historia del pensamiento europeo ha propuesto dos pnncipa=-es respuestas<br />
al interrogante ¿de dónde provienen nuestros conocimientcs? Les<br />
respuestas han sido el empirismo y el racionalismo. El primero ha sostendo<br />
que conocer, por su origen, es ver, oír, tocar, gustar y olfatear. E- la a:tigüedad<br />
lo defendieron Epicuro y Lucrecio. Durante los siglos xvtt r xtc<br />
lo sostuvieron los empiristas ingleses. Para éstos, no hay ax:omas_ como<br />
principios de conocimiento, lógicamente distintos de la e-spervncic- Tocbs<br />
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