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Aproximaciones pedagógicas al estudio de la Educación Corporal

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Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo <strong>de</strong><br />

él y <strong>de</strong> su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir<br />

<strong>la</strong> victoria... ¿Quién es el gran dragón, <strong>al</strong> que el espíritu no<br />

quiere seguir l<strong>la</strong>mando señor ni dios? ‘Tú <strong>de</strong>bes’ se l<strong>la</strong>ma el gran<br />

dragón (Nietzsche, 1978, p. 50).<br />

El tercer aspecto por comentar es el olvido. Silenciar <strong>la</strong> propia cultura, los conocimientos<br />

adquiridos. Esta pue<strong>de</strong> ser una crítica <strong>al</strong> profesion<strong>al</strong> y <strong>al</strong> hombre <strong>de</strong> ciencia, <strong>al</strong> hombre incondicion<strong>al</strong><br />

con su conocimiento, cuyo contenido se ha convertido en el bastón para su caminar<br />

firme. Hombres <strong>de</strong> un solo rostro, respetables por su rectitud y probidad académica.<br />

Si <strong>la</strong> formación histórica no estimu<strong>la</strong> <strong>la</strong> acción y se convierte en mera instrucción, <strong>de</strong>bilita<br />

<strong>la</strong> vida. Por eso, Nietzsche nos anima a encaminarnos sobre <strong>la</strong> historia, pero también sobre<br />

lo ahistórico. La facultad <strong>de</strong> ignorar hasta cierto punto <strong>la</strong> dimensión histórica permite que<br />

crezca <strong>al</strong>go nuevo, sin <strong>la</strong>s reverencias duplicadoras <strong>de</strong>l adicto <strong>al</strong> pasado:<br />

Es verdad que el hombre solo llega a ser hombre en tanto que<br />

pensando, reflexionando, comparando, separando y sintetizando<br />

limita ese elemento ahistórico, y en tanto que forma en el interior<br />

<strong>de</strong> esa envolvente nube un poco <strong>de</strong> c<strong>la</strong>ridad luminosa y resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>ciente,<br />

es <strong>de</strong>cir, mediante esa fuerza <strong>de</strong> utilizar el pasado como<br />

instrumento para <strong>la</strong> vida, transformando lo acontecido en Historia<br />

nueva. Pero no es menos cierto que, por medio <strong>de</strong>l exceso histórico,<br />

el hombre <strong>de</strong>ja, por el contrario, <strong>de</strong> serlo (Nietzsche, 2003, p. 46).<br />

Lo que permite el olvido, a diferencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> emancipación, es <strong>la</strong> acción, <strong>la</strong> transv<strong>al</strong>oración.<br />

La facultad <strong>de</strong> olvidar es, ante todo, infantil. Lo senil es característico <strong>de</strong> toda erudición.<br />

“[…] ¿qué es capaz <strong>de</strong> hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacerlo?... Inocencia<br />

es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma,<br />

un primer movimiento [...]” (Nietzsche, 1978, p. 50).<br />

El educador-filósofo<br />

Para Nietzsche, el verda<strong>de</strong>ro educador es el filósofo. Pero no en su forma mo<strong>de</strong>rna, es <strong>de</strong>cir,<br />

como filósofo-funcionario. El educador-filósofo nietzscheano <strong>de</strong>be irrumpir en <strong>la</strong> vida<br />

<strong>de</strong>l estudiante cuando en este se ha sembrado cierta sospecha respecto <strong>al</strong> distanciamiento<br />

que <strong>la</strong> educación generó frente a sí mismo. Un sentido liberador <strong>de</strong> <strong>la</strong> educación les es<br />

ajeno a los profesores eruditos. Su fin se encuentra en <strong>la</strong>s antípodas <strong>de</strong> <strong>la</strong> noción nietzscheana.<br />

El profesor es un m<strong>al</strong> necesario para el educador-filósofo. Límite y transgresión,<br />

ambas precisando siempre <strong>de</strong> su existencia:<br />

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