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Van Vogt, Alfred. E - Slan.pdf

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»Hicimos cuanto pudimos, naturalmente, por ponernos en contacto con estos<br />

aventureros. Pero los únicos que realmente salieron adelante fueron los que vinieron a<br />

palacio para matarme. Para ellos preparamos una serie de fáciles accesos al palacio. Mis<br />

instrumentos me han dicho que has venido por uno de los más difíciles, una de las<br />

entradas más antiguas. Muy osado. Podemos utilizar otra, muchacho osado, en nuestra<br />

organización. Cross miraba a Kier Gray fríamente. Éste no sospechaba visiblemente su<br />

identidad ni sabia cuán próximo estaba el ataque de los slans sin tentáculos. Tardó mucho<br />

rato hasta contestar:<br />

- Me sorprende que te hayas dejado coger por sorpresa de este modo.<br />

La sonrisa de Kier Gray se desvaneció como por encanto. Con voz áspera, dijo:<br />

- Tu observación es muy curiosa. Supones que me has cogido. O eres un imbécil,<br />

posibilidad rechazada por tu obvia inteligencia, o bien, pese a tu aparente<br />

encarcelamiento, este encarcelamiento no es real. Y no hay más que un hombre en el<br />

mundo capaz de aniquilar el duro acero de las esposas de aquel cubículo.<br />

Sorprendentemente, toda la dureza del rostro se había dulcificado y toda la fuerza se<br />

había concentrado ahora en los ojos. Parecía contento, animado. A media voz, susurró:<br />

- ¡Hombre, hombre, lo has conseguido! Pese a mi imposibilidad de aportarte la menor<br />

ayuda..., ¡la energía atómica en toda su fuerza por fin!<br />

Su voz aumentó de volumen, clara y triunfante:<br />

- John Tomas Cross, te doy la bienvenida a ti y al descubrimiento de tu padre. Ven y<br />

siéntate. Espera un instante a que salga de este maldito lugar, podemos hablar en mi<br />

despacho privado donde no hay ser humano que tenga entrada.<br />

Lo asombroso de la situación aumentaba por minutos. Su inmenso significado, el<br />

equilibrio mundial de aquellas inmensas fuerzas... Los verdaderos slans con lo seres<br />

humanos, que desconocían a sus dueños, contra los slans enemigos que, pese a su<br />

brillante y vasta organización, no habían sospechado siquiera jamás la clave del misterio.<br />

- Naturalmente - dijo Kier Gray -, tu descubrimiento de que los slans son naturales y no<br />

creados por medio de la maquinaria no es nada nuevo para nosotros. Somos la<br />

metamorfosis según el hombre. Las fuerzas de esta metamorfosis estaban en juego<br />

mucho tiempo antes de que Samuel Lann realizase la creación perfecta en algunas de<br />

sus transformaciones. Hoy vemos con toda claridad retrospectivamente que la naturaleza<br />

trabajaba en pro de aquella tremenda tentativa. Los cretinos aumentaban de una forma<br />

alarmante; la demencia avanzaba en proporciones extraordinarias. Lo asombroso del<br />

caso era la rapidez con la cual la telaraña de las fuerzas biológicas se extendió por la<br />

superficie de la Tierra.<br />

»Siempre habíamos expuesto, con excesiva facilidad, que no existía cohesión entre los<br />

individuos, que la raza de los hombres no era una unidad con un equivalente<br />

inmensamente tenue de corriente sanguínea y nerviosa corriendo de hombre a hombre.<br />

Existen, desde luego, otras formas de explicar por qué billones de individuos pueden ser<br />

inducidos a obrar de la misma forma, pensar igual, sentir lo mismo, poseer un mismo<br />

estímulo dominante, pero los filósofos slans, con el transcurso de los años, han estado<br />

analizando la posibilidad de que esta afinidad mental fuese el producto de una<br />

extraordinaria afinidad, a la vez física y mental.<br />

»Durante centenares, quizá miles de años, las tensiones han ido en aumento. Y<br />

entonces, en un solo y maravilloso cuarto de milenio, se produjeron más de un billón de<br />

nacimientos anormales. Fue como un cataclismo que paralizó la voluntad humana. La<br />

verdad fue perdida en una oleada de terror que difundió la guerra por todo el mundo.<br />

Todos los intentos de restablecer la verdad fueron ahogados por una increíble histeria de<br />

las masas... que dura aún hoy, después de mil años. Si, he dicho mil años. Sólo nosotros,<br />

los verdaderos slans, sabemos que aquel período sin nombre duró quinientos años<br />

infernales. Y que los chiquillos slans descubiertos por Samuel Lann nacieron hace cerca<br />

de quinientos años.

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