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Kathleen se disponía a alejarse cuando John Petty intervino.<br />
- Has dicho en varias ocasiones, jefe, que le conservabas la vida meramente con<br />
propósitos de observación. Si la alejas de tu presencia este propósito no es aplicable ya.<br />
Por consiguiente, no creo equivocarme al suponer que será puesta bajo la protección de<br />
la policía secreta.<br />
Al salir de la habitación Kathleen cerró su mente a la de los dos hombres y se dirigió<br />
corriendo hacia su dormitorio. No sentía el menor interés por el hipócrita plan de asesinato<br />
que pudiesen estar tramando el jefe del gobierno y su verdugo. El camino a seguir era<br />
claro. Abrió la puerta que daba a uno de los corredores principales, hizo un signo al<br />
guardia que le respondió saludándola rígidamente... y se dirigió lentamente al ascensor<br />
más cercano.<br />
Teóricamente sólo le estaba permitido subir hasta la plataforma que se elevaba a<br />
ciento cincuenta metros de altura, y no a los hangares de los aviones, a ciento cincuenta<br />
metros más. Pero el robusto empleado que manejaba el ascensor no fue por lo visto<br />
capaz de resistir el formidable puñetazo que lo alcanzó en plena mandíbula. Kathleen<br />
había leído en su mente que, como la mayoría de los demás habitantes del palacio, no se<br />
le hubiera ocurrido jamás que aquella delgada muchacha pudiese ser peligrosa para un<br />
hombre en la plena fuerza de la edad. Antes de descubrir su error estaba sin sentidos. Era<br />
cruel, pero ató sus manos y sus pies con el mismo alambre que empleó para sujetar su<br />
mordaza.<br />
Al llegar al tejado hizo una rápida exploración mental de los alrededores del ascensor.<br />
Finalmente abrió la puerta y volvió a cerrarla rápidamente tras ella. A menos de diez<br />
metros de ella había un avión, y a su lado otro en el cual estaban trabajando tres<br />
mecánicos. Un soldado hablaba con ellos.<br />
Sólo necesitó diez segundos para subir al avión y no en vano había captado los<br />
cerebros de los oficiales de aviación durante todos aquellos años. Los chorros silbaron, la<br />
gran máquina avanzó y tomó el aire.<br />
- ¡Eh! - llegó a ella el pensamiento de uno de los mecánicos -. ¡Ah, allá va otra vez el<br />
coronel!<br />
- Probablemente detrás de alguna otra mujer - dijo el soldado.<br />
- Sí - dijo el segundo mecánico -. Fíate del tipo este...<br />
Dos horas después de vuelo hacia el sur llegó al refugio de los slans que había elegido.<br />
Después puso el avión en vuelo automático y lo vio emprender su ruta hacia el este.<br />
Durante los días que siguieron esperó impacientemente un coche, pero sólo quince días<br />
después un largo y afilado automóvil negro apareció por detrás de un grupo de árboles<br />
siguiendo la antigua carretera y se dirigió hacia ella. Su cuerpo aumentó la tensión. Fuese<br />
como fuese tenía que detener a aquel hombre, dominarlo y apoderarse del coche. La<br />
policía secreta debía estar buscándola ya; tenía que largarse de allí, y pronto. Con la<br />
mirada fija en el coche, espero.<br />
XIV<br />
La llana y venteada pradera estaba por fin delante de sus ojos. Jommy Cross tomó más<br />
directamente hacia el este y después al sur. Y se encontró ante una serie al parecer<br />
interminable de barricadas de la policía. Nadie hizo el menor esfuerzo por detenerlo, y<br />
finalmente vio en la mente de varios hombres que estaban buscando una muchacha slan.<br />
Aquello fue un golpe impresionante. De momento la esperanza le pareció demasiado<br />
bella para ser aceptable. Y, no obstante, no podía ser una muchacha slan sin tentáculos.<br />
Aquellos hombres, que sólo pueden reconocer un slan por sus tentáculos, sólo podían<br />
estar buscando un auténtico slan. Lo cual significaba... que allí era donde su sueño se<br />
convertía en realidad.