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Notó bajo sus pies una ligera elevación, como una pequeña protuberancia. Se detuvo,<br />
tambaleándose, perdiendo el equilibrio por una súbita parada después de su veloz<br />
carrera. Buscó cuidadosamente el principio de la sección protuberante que debía ser el<br />
borde de la pista de lanzamiento. Sacó rápidamente el arma atómica de su padre del<br />
bolsillo y su fuego desintegrante lanzó llamaradas.<br />
Se asomó al agujero de más de un metro de diámetro que había hecho y vio un túnel<br />
que penetraba en las profundidades, a un ángulo aproximadamente de sesenta grados.<br />
Eran, cien, doscientos, trescientos metros de metal reluciente, y la nave iba adquiriendo<br />
forma a medida que los ojos de Jommy iban acostumbrándose a la luz tenue. Vio la<br />
aguda punta de un torpedo con unos tubos de explosión que salían de ella desfigurando<br />
el efecto liso y afilado. En aquel momento, todo aquello tenía un aspecto muerto y<br />
silencioso, pero amenazador.<br />
Le hacía el efecto de asomarse al cañón de una escopeta y ver la punta de la bala que<br />
estaba a punto de ser disparada. La comparación le pareció tan apropiada que durante<br />
algunos momentos estuvo indeciso sobre lo que debía hacer. Dudaba. ¿Osaría deslizarse<br />
por la suave pista cuando de un segundo a otro la nave-cohete podía lanzarse hacia el<br />
cielo?<br />
Tenía frío. Haciendo un esfuerzo apartó la vista de la paralizadora profundidad del túnel<br />
y fijó sus ojos, primero sin verlo, después como fascinado, en el distante esplendor del<br />
palacio. Sus pensamientos pasaron veloces; su cuerpo fue perdiendo lentamente su<br />
tensión. Durante algunos segundos permaneció allí, absorbido en la magnificencia, en la<br />
belleza y el esplendor que ofrecía el palacio por la noche.<br />
Desde aquella alta torre y por entre los rascacielos el palacio aparecía claramente con<br />
toda su brillantez. Brillaba con una llama suave, viva y maravillosa que cambiaba de color<br />
a cada instante, ofreciendo mil combinaciones, cada una de ellas sutil, a veces<br />
sorprendente, variada. Ninguna de ellas eran una repetición de la anterior.<br />
¡Relucía, vibraba, vivía! Una vez, durante un largo momento, la alta torre se convirtió en<br />
una brillante turquesa azul, mientras la parte baja visible del palacio era un profundo rojo<br />
de rubí. Fue sólo un momento... y la combinación se deshizo en un millón de rutilantes<br />
fragmentos de color: azul rojo, verde, amarillo... Ni un solo color faltaba en aquella<br />
maravillosa policromía, en aquella silenciosa explosión.<br />
Durante mil noches su alma se había alimentado de aquella belleza y ahora sentía<br />
nuevamente la admiración. Aquella visión le daba fuerzas. Volvía a él el valor, como la<br />
inquebrantable e indestructible fuerza que tenía. Apretó los dientes y de nuevo contempló<br />
la pendiente que formaba un ángulo tan agudo, tan liso, en su promesa de un alocado<br />
descenso hasta la acerada punta de la nave.<br />
Aquel peligro era como un símbolo de su futuro. Un futuro ignorado, menos predecible<br />
que nunca. Era de sentido común creer que los slans sin tentáculos sabían que estaba en<br />
el tejado. Debían tener sistemas de alarma..., debían tenerlos...<br />
- ¿Qué estás haciendo aquí mirando por este agujero? - gruñó Granny. ¿Dónde está la<br />
puerta que necesitamos? Es hora de...<br />
- ¡Hora! - dijo Jommy Cross. Su reloj marcaba las diez menos cuatro minutos y ponía<br />
en tensión todos los nervios, le quedaban cuatro para conquistar una fortaleza. Captó los<br />
pensamientos de Granny que se daba cuenta de sus intenciones. La palma de su mano<br />
llegó a tiempo de ahogar en sus labios el grito que se disponía a lanzar. Un segundo<br />
después caían irrevocablemente lanzados a lo irremisible.<br />
Chocaron con la superficie del túnel casi suavemente como si hubiesen penetrado<br />
súbitamente en un mundo de avance lento. La superficie no era dura, sino que parecía<br />
ceder bajo su cuerpo y sentía sólo una vaga noción de movimiento. Pero sus ojos y su<br />
mente no se engañaban. La aguda nariz de la nave del espacio subía hacia ellos. La<br />
ilusión de que la nave avanzaba rugiendo era tan real que tuvo que luchar contra el<br />
pánico que amenazaba apoderarse de él.